La migraña, o jaqueca, es una enfermedad que tiene como síntoma principal al dolor de cabeza, usualmente muy intenso e incapacitante para quien lo sufre. Las mujeres suelen sufrirla con mayor frecuencia, y, a nivel mundial, afecta a entre el 12 y el 16 por ciento de la población.
La enfermedad genera episodios de dolor agudo intercalados entre largos períodos libres de síntomas. Normalmente se producen entre uno y cuatro episodios al mes, que pueden durar entre cuatro y 72 horas, que comienzan con trastornos visuales o sensaciones de hormigueo en labio, lengua y una mitad de la cara. Cuando comienza el dolor, se acompaña de sensibilidad a la luz y puede incluir nauseas y vómitos, empeorando si quien lo sufre realiza actividad física. Por este motivo, los pacientes se retiran a una habitación oscura y permanecen en reposo hasta que desaparecen los síntomas. Una vez que la crisis pasa, la mayor parte de los pacientes manifiestan que no se encuentran bien y presentan cansancio, somnolencia y falta de concentración.
Karina Sánchez sufrió jaquecas desde pequeña y, a pesar de que le realizaron numerosos estudios, los médicos no encontraban el origen de sus dolores de cabeza. “Empecé a tener dolores de cabeza de chica, recorrí médicos, diferentes especialistas y terminé medicada. Tomaba pastillas para los nervios”, cuenta esta mujer que consultó a diversos profesionales sin encontrar una solución. “Me llevaron al neurólogo, después al psicólogo y por último al psiquiatra, quien me medicó con antidepresivos. Me hicieron muchos estudios pero no salía nada”.
Cada vez que empezaba a sentir dolor de cabeza, Karina sufría: “eran tan intensos que me provocaban vómitos, dolores de huesos, de oído, me dolía todo”, recuerda.
Buscando una salida, su papá la llevó a probar otros caminos para encontrar la sanidad. “Me rociaban con perfume, me medían con cintas, participaba de rituales que supuestamente iban a ayudarme, pero fue mucho peor. Comencé a sentir que alguien me seguía, veía una sombra en mi habitación, sentía que me tomaba de los pies y me desmayaba”, afirma.
Los tormentos espirituales empezaron a hacer de su vida un infierno: “Veía gente muerta, escuchaba una voz que me decía que tenía que matar gente. Al tiempo empecé a tener premoniciones, veía a una persona muerta y a los tres días, fallecía. Mi familia me tenía miedo”, dice Karina, quien encontró en la Universal la posibilidad de ser libre de esos males. A través de la invitación de unos vecinos conocí la Universal y así logró cambiar su vida: “Gracias a Dios, todo el sufrimiento forma parte del pasado. Mi proceso de liberación fue arduo, pero perseverando logré liberarme de todos esos males. Lo primero que desapareció fue el dolor de cabeza, luego el insomnio y los desmayos. Nunca más tuve visiones ni premoniciones. Hoy soy feliz, me casé y tengo dos hijas”, finaliza.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a su casa.
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