“Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
(Mateo 16:24)
Quien quiera ser feliz tiene que comenzar su vida con el Creador de la felicidad. Él dice: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Ese es el principio de la felicidad.
Primero, entregar incondicionalmente la vida al Señor Jesucristo. Segundo, abandonar el camino equivocado. Tercero, colocar en práctica Sus orientaciones escritas en la Sagrada Biblia.
¿Es fácil? No, no lo es. Pero, peor y más sacrificante es cosechar los frutos de las elecciones incorrectas durante toda la vida. A fin de cuentas, ¿quién logra hacer lo correcto de forma apresurada? Huir del sacrificio hará que usted sea sacrificado por sus elecciones equivocadas, hechas a causa del corazón, de la desobediencia o de la obstinación.
Quien no se entrega a Dios, se entrega al diablo. No hay término medio. Quien no sacrifica, termina sacrificado. La vida por la fe solo es posible basada en el sacrificio, en la renuncia. La vida por los deseos del corazón no necesita esfuerzo, pero lleva al sufrimiento.
Sin embargo, la vida con el Señor Jesús elimina todo sufrimiento, todo dolor, toda amargura. Se renuncia a aquello que, inevitablemente, en el futuro traería dolor y angustia. Por otra parte, no hay ninguna pérdida, no hay qué temer, ni por qué preocuparse. Es el principio y la garantía de la eterna y absoluta felicidad.
Quien quiera ser feliz debe aliarse al Creador de la felicidad.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo