El tema de hoy es la sinceridad. La Palabra de Dios dice que en los últimos tiempos el amor de muchos se enfriará, y cada vez es más difícil encontrar personas sinceras. Sabemos que Dios Se agrada de la sinceridad de nuestro corazón.
Para que el arrepentimiento tenga valor debe ser sincero, Dios no busca palabras bonitas, sino sinceridad.
Cuando las personas venían para ser bautizadas por Juan Bautista, él les exhortaba:
“Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras”. Lucas 3:8
Juan quería decirles que no sirve de nada que la persona diga “Señor perdóname”, “Discúlpame Señor” con palabras, sino que lo que se debe hacer es dar frutos dignos de arrepentimiento.
No sirve decir “yo voy a la iglesia, yo soy hijo de Abraham”, Dios puede levantar hijos de Abraham de las piedras.
Hay muchos que vienen a la iglesia, lloran, oran y, cuando salen de la iglesia, vuelven a hacer lo mismo y, a los pocos días, vuelven a llorar y a orar.
Juan Bautista les decía que eso no sirve, que hay que mostrar con actitudes el arrepentimiento. Si mentía, dejar de mentir. Si adulteraba, dejar de adulterar. Si estaba en la pornografía, alejarse para siempre.
El arrepentimiento no implica solo palabras, sino “frutos dignos de arrepentimiento”, hechos que demuestren que estamos arrepentidos.
El arrepentimiento debe ser sincero. La persona debe decirle a Dios: “Yo he sido la peor persona, pero ya no quiero ser así, ¡quiero cambiar!” Y de lo más profundo de su corazón debe hablar con Dios y arrepentirse y no volver a hacer lo que hacía.
No puedo decir: “yo hago cosas por la iglesia, yo hago cosas por Jesús”, eso sería querer comprar a Dios, hacer negocios con Él.
Juan era muy derecho, muy correcto, y por eso decía que debemos mostrar el arrepentimiento con hechos y actitudes.
La sinceridad está faltando en muchas personas que piensan que pueden esconderle algo a Dios. No hay que dar vueltas, si alguien pregunta: “¿Usted hizo esto?”, debemos contestar sí o no, ¡sin vueltas! Las vueltas marean, y hay quienes dan vueltas por falta de sinceridad. “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:37).
Hay personas que no son sinceras, y eso no salva a nadie, ¡debemos ser sinceros ante Dios! Si usted es muy sincero, la misericordia de Dios se extiende sobre usted.
Dios está pidiendo que Su pueblo tenga sinceridad.
Si usted es sincero Jesús lo perdona, borra todos sus pecados y encima le da el Espíritu Santo, ¡pero solo si usted es sincero! Usted debe hablarle no con palabras bonitas, eruditas y vacías, sino con sinceridad, porque Dios sabe todo y conoce nuestros pensamientos y está esperando que seamos sinceros con Él.
De nada sirve que adentro de la iglesia tengamos apariencia de cristianos cuando no lo somos. ¿Usted cree que los que no son sinceros heredarán el Reino de Dios?
Si morimos siendo sinceros vamos a Cristo y si vivimos siendo sinceros con Cristo estamos.
Una de las cosas que garantiza nuestra Salvación es la sinceridad.
Piense en eso.
Dios le bendiga.