Sus padres se separaron cuando ella nació. Por ese motivo, a los doce años, Leila comenzó a sentir odio hacia su padre.
Por mucho tiempo, intentó ser perfecta. Sin embargo, los problemas económicos en su familia la frustraron interiormente. A raíz de eso, quiso llenar el vacío que sentía con amistades, pero nada la hacía feliz. De esta manera, Leila llegó a la Universal.
Después de participar durante un tiempo de las reuniones, entendió que necesitaba el Espíritu Santo. Fue así que, después de bautizarse en las aguas, participó del Ayuno de Daniel. Durante los 21 días, se preparó intensamente y, el último domingo, recibió el Espíritu del Señor.
Tras esa experiencia, su vida cambió por completo. Hoy es feliz y el odio ya no forma parte de su vida.
Vea el testimonio completo, a continuación: