En una investigación que duró poco menos de dos años, la Policía de Seguridad Aeroportuaria logró desbaratar una banda que traficaba drogas. Fueron detenidas 27 personas y secuestraron 235 kilos de cocaína.
Según fuentes de la investigación, la banda ingresaba la droga desde Bolivia, distribuía una parte en el mercado local y exportaba el resto a través de mulas.
En los allanamientos fueron incautados además 10 autos, dos motos y 81 teléfonos celulares con gran cantidad de chips. Se calcula que el casi cuarto de tonelada de cocaína tiene un valor de mercado de 10 millones de pesos.
También fue hallado un “laboratorio” donde la banda fraccionaba y “estiraba” la droga con elementos como prensas, balanzas, reactivos, éter, acetona y otros precursores químicos.
De acuerdo con la información suministrada por las fuentes, la primera de las ramas de la organización operaba desde Bolivia, donde la jefa y cuatro laderos, uno de ellos argentino, eran los responsables de conseguir la droga y de diagramar su ingreso al país de forma oculta, por ejemplo en dobles fondos de vehículos o disimulada en el cargamento de camiones.
Una vez en Buenos Aires, la cocaína pasaba a manos de la organización que operaba en Argentina. Estos entregaban cantidades de entre 20 y 30 kilos a distintos comercializadores de la droga, quienes luego del fraccionamiento y el estiramiento la vendían a distribuidores minoristas.
Aun teniéndolo todo, se sumergió en las drogas
Ariel Giménez lo tenía todo, económicamente estaba bien, pero llevaba una vida de apariencias. En su interior había un grave problema, se sentía angustiado, depresivo y solo porque no tenía el apoyo y la contención de su familia.
Esto lo llevó a relacionarse con personas que no eran una buena influencia, así, las drogas, la prostitución y el delito eran algo común en su vida. “Recuerdo que consumía todo tipo de drogas, marihuana, cocaína y pasta base, entre otras. También tenía muchos problemas con la Policía.”, afirma al recordar esos momentos.
Todo empeoraba por el consumo de drogas, Ariel se volvió muy agresivo, especialmente con su familia. “Llegué a agredirlos física y verbalmente”, agrega. Después se enfermó, la situación era tan complicada que llegó a intentar suicidarse en dos oportunidades.
Al ver que su hijo estaba sufriendo mucho, su papá luchó por él usando la fe inteligente. Un día lo invitó a participar de las reuniones y Ariel aceptó. Perseveró en las reuniones, así fue libre de los vicios. Dios lo sanó y cambió su interior. “Ahora soy feliz, dejé las drogas y hasta estoy prosperando. Todo cambió en mi vida”.
Él concurre a la Universal en 9 de julio 155, Paraná.
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