Todo comenzó a los 19 años. La ama de casa Cláudia Benavidez da Silva tiene hoy 47 años, pero aún guarda los recuerdos del pasado en el cual se llenaba de comida para después vomitarla toda. “Pesaba 63 kilos, medía 1,55 m y me sentía gorda”, revela. El drama vivido por Cláudia es común entre los hombres y las mujeres en todo el mundo, pero solo recientemente ganó status de enfermedad por la Asociación Americana de Psiquiatría (AAP). Quien sufre de compulsión alimenticia come un cantidad absurda de alimentos en poco tiempo y, lo peor, muchas veces no se da cuenta de su comportamiento exagerado y compulsivo.
Se engaña quien piensa que el problema es exclusivo de las personas excedidas de peso u obesas. Muchas bellezas de Hollywood también sufren de compulsión alimenticia. La bella actriz Demi Lovato, de 21 años, confesó en una entrevista que ya sufrió mucho con este problema. “Empecé a comer compulsivamente a los 8 años. Los últimos diez años no tuve una relación muy saludable con la comida. A fines del 2010 decidí buscar un tratamiento”, declaró.
Para la nutricionista Kátria Nobre, especialista en nutrición clínica, los trastornos alimenticios, de forma general, pueden llevar al paciente a adelgazar o a engordar. “La compulsión alimenticia puede ocurrir en personas de cualquier sexo, edad o status socioeconómico”, explica.
Según los Criterios Diagnósticos para el Trastorno de Compulsión Alimenticia Periódica propuesto por el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatría (AAP), algunos comportamientos son comunes en los pacientes diagnosticados con la enfermedad. “Comer mucho y más rápidamente que lo normal, comer hasta sentirse incómodamente lleno, comer grandes cantidades de alimentos cuando no está físicamente hambriento, comer solo por vergüenza a causa de la cantidad de alimentos que consume y sentir repudio de sí mismo, depresión o demasiada culpa luego de comer excesivamente”, enumera la entidad.
Sin embargo, si no es por hambre, ¿qué lleva a una persona a llenarse de comida? “Cuando estaba nerviosa, comía, comía y comía”, recuerda Cláudia, que escondía de los demás su comportamiento obsesivo y llegó al punto de comer las sobras de la basura. “Sentía que comiendo aliviaría mi ansiedad. Comía todo y nada me importaba, solo comer. Hasta lo que sobraba de la basura agarraba. Sentía repugnancia y culpa por hacer eso, entonces vomitaba”, confiesa la ama de casa.
Generalmente, el trastorno de la compulsión alimenticia periódica, como es oficialmente conocida la enfermedad, es tratada con ayuda de psiquiatras y psicólogos, lo que sugiere que el problema ocurre inicialmente en la mente de la persona. Para Cláudia, la infelicidad que se apoderaba de su vida indicaba su mal espiritual. “Me sentía deprimida, me sentía gorda, fea y muy solitaria. Miraba a las mujeres delgadas y pensaba que quería mucho ser como ellas. No era gorda, pero quería ser aún más delgada. Solo quería sentirme normal y feliz como las demás personas aparentaban ser”, aclara.
De acuerdo con la AAP, la hospitalización raramente es indicada. Según la experiencia clínica y de la investigación, la gran mayoría de las personas puede ser tratada ambulatoriamente. La hospitalización es indicada cuando, por ejemplo, el paciente presenta un cuadro muy grave asociado a la depresión, a punto de suicidarse o a otras complicaciones físicas.
Kátia recomienda buscar siempre a un profesional especializado en el área de la salud. “Hecho el diagnóstico, el tratamiento puede ser realizado con terapias y participando en grupos de apoyo. Habitualmente, no son usados medicamentos para tratar el trastorno de ingestión compulsiva, a pesar de que pueden ser usados supresores de apetito con control médico y algunos medicamentos, como antidepresivos, para el tratamiento de condiciones asociadas”, aclara.
Para Cláudia, la solución vino cuando comenzó a evangelizar y pasó a tener contacto con gente mucho más infeliz de lo que ella creía ser. “Mi hermana me invitó a ir a la Universal. El pastor me recomendó evangelizar. Haciendo eso, tuve contacto con personas realmente enfermas y me di cuenta de que yo misma no tenía ningún problema. Le pedí ayuda a Dios y logré vencer ese problema”, recuerda ella, que actualmente está casada hace dos años y admite haber encontrado la solución de la enfermedad que la persiguió durante 11 años. “Hoy soy feliz de verdad. Me alimento correctamente y no tengo más paranoias. Incluso también mi pelo y mi piel mejoraron mucho”, celebra.
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