Aproveche para arrepentirse y valorar a quien lo quiere bien
La relación de aquél matrimonio empeoraba cada día más. La distancia formaba parte de la convivencia. Se hablaban poco, y cuando intercambiaban algunas palabras, no había ninguna demostración de cariño. A pesar de sentir el dolor del desprecio, la esposa siempre pensaba una forma de recuperar todo lo que habían vivido. Pasaba noches despierta creando situaciones, pero no las ejecutaba con la misma facilidad.
Cierta noche, llamó a su marido para conversar y, como de costumbre, no recibió la menor atención de él, que continuó mirando un programa de televisión que, en realidad, ni le gusta. Fue entonces que dijo: “Sólo quería pedirte un consejo después de tanto tiempo. Cuando puedas, mira estos papeles.”
La esposa se dirigió hasta el cuarto y él continuó frente a la televisión. Cuando el día estaba casi amaneciendo, él se levantó para ir hasta la cocina y se encontró con aquel montón de exámenes. Sin entender nada, miró las innumerables páginas y a final encontró un papel escrito por ella: “Hace poco tiempo descubrí que me había enfermado. Según los médicos, no hay mucho que hacer, pero tengo fe que este cuadro cambiará. Me gustaría pedirte que te quedaras a mi lado esta noche, aunque sea en silencio.”
¿Pero cómo iba a suceder si el día ya estaba clareando? Él, con lágrimas en los ojos, comenzó a recordar los años que pasaron felices, lado a lado; y a pensar en lo que realmente había contribuido para que la relación llegara a ese punto. Sin titubear, respiró profundo y fue hacia el cuarto, esperando que ella aun estuviera dormida y pudiese recostarse sin que lo percibiera. Pero no, ella estaba despierta llorando, en la espera, con la seguridad de que él lo leería antes que el día saliera.
Aquel marido, sin hablar una palabra siquiera, le dio un fuerte abrazo a la esposa, que nunca pidió nada más allá que atención y cariño, y se quedaron allí durante horas. Después de ese día, muchas cosas cambiaron. Él le pidió perdón por todo el mal que había causado, conversaron sobre todo, ella lo perdonó, fue curada de la enfermedad y la relación nació nuevamente.
“Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” Mateo 19:6
La mujer, cuando nota que el esposo está tomando una dirección contraria o actuando de una manera incorrecta en su vida cotidiana, tiene la obligación de avisarle a su compañero sobre la forma que la relación se está conduciendo y aguardar que él cambie por voluntad propia, sin presión. No es preciso imponer nada. Si por acaso él no escuchara, entonces se debe orar aun más para que Dios lo convenza sobre cada acto que sea ilícito.
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia.” Efesios 5:25-28-29
Participe del Ayuno de Daniel, desde el 13 de agosto hasta el 2 de septiembre.