En los días actuales, con la velocidad con la que todo sucede, ¡podemos decir que el nivel de ansiedad ha aumentado! La comunicación tiene una velocidad increíble y nos da la sensación de que el tiempo está volando y que no estamos logrando ir a la misma velocidad.
Confieso que en muchas situaciones me veo exactamente así, con mucha dificultad para atender mis responsabilidades diarias en medio de ese ritmo tan desesperado, y en ese momento surgen los autoreclamos, la insatisfacción, la frustración con una misma y con el resultado, que parece no existir; y, consecuentemente, el estrés y una ansiedad tan grande, ¡capaz de quitarle el sueño a cualquier persona!
A veces me detengo por un momento y la impresión que tengo es que estoy corriendo una maratón. Pero pregunto: ¿acaso eso tiene que ser realmente así?
¡La respuesta de Dios para mí fue muy clara y directa! Y la encontramos en Salmos 4:8, donde dice: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo Tú, Señor, me haces vivir confiado.”. Esas palabras en medio de esa mezcla de ansiedad, preocupación y estrés, ¡fue como beber un vaso de agua fresca!
Oí a Dios diciéndome calmamente: “¡No existen motivos para que estés así! ¡Yo soy tu Señor! Confía en Mí… ¡y reposa segura! Yo tengo el control, Mía es la fuerza y Mío el poder… ¡solamente confía! Descansa… Haz lo que te corresponde hacer a ti, ¡y deja que de lo imposible me encargo Yo!”
El resultado fue que me acosté en paz y enseguida pude dormir… Al amanecer, renovada, hice mi oración como siempre y decidí confiar en que lo imposible está en las manos de Dios. Y, más allá de eso, tuve la certeza de que era esa la actitud que Dios esperaba de mí, durante todo este tiempo….
Mi amiga, tal vez usted esté viviendo alguna situación parecida a esta, sepa que Dios está ahí, a su lado, diciéndole: “Confía en Mí, reposa segura, ¡porque Yo tengo el control!
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