“Después hubo hambre en la tierra, además de la primera hambre que hubo en los días de Abraham; y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar. Y se le apareció el SEÑOR, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que Yo te diré. Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre.”
(Génesis 26:1-3)
A causa del hambre y la extrema dificultad, la intención de Isaac era buscar sustento en Egipto, ya que era el lugar más rico y fértil de la tierra en aquella época, debido al río Nilo, es decir: facilidad. Humanamente hablando, parecía tener más sentido quedarse en un lugar más fértil en tiempos difíciles. Isaac le había pedido autorización al rey Abimeleq para quedarse en Gerar durante un tiempo, porque estaba convencido de que encontraría la solución en Egipto. Sin embargo, Dios le dijo: “Habita como forastero en esta tierra”. Aunque esa orden fuera, aparentemente, la más incoherente, Isaac no lo pensó dos veces antes de obedecer. Se dio cuenta de que la seguridad de la facilidad de Egipto no era real. Solo existe un lugar seguro en el que podamos prosperar. Ese lugar se llama “VOLUNTAD DE DIOS”. Isaac obedeció y sembró entre los enemigos y, en el mismo año, recogió a ciento por uno. Algo imposible para los ojos humanos, pero cuando se usa la semilla de la obediencia, los frutos son sorprendentes y abundantes.
Aunque haya alguna alternativa más fácil, la salida segura para cualquier situación difícil es SIEMPRE obedecer a Dios.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo