“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” (1 Corintios 3:6-9)
Dios ha providenciado todas las condiciones necesarias para que Su pueblo conquiste la Tierra Prometida. Él da el crecimiento. Nos ha dado Su Palabra, Su Espíritu y Su Nombre. ¿Qué más necesitamos? Con estas herramientas nada es imposible.
Es obvio que Su Palabra, Su Espíritu y Su Nombre no funcionan sin la participación de quien en Él cree. Después de todo, somos cooperadores de Dios. Si nadie planta, si nadie riega, no habrá qué cosechar.
Es decir, ¡Dios no hará nada en su vida sin su cooperación! ¡Moisés no oró mientras estaba delante del Mar Rojo! ¡Él clamó!… Y la respuesta de Dios fue: ¿Por qué clamas a Mí? Di a los hijos de Israel que marchen. (Éxodo14:15) Tal vez usted esté orando, ayunando y esperando que Dios haga algo. Cuando la Palabra de Dios dice “espera en Dios”, este “esperar” no significa quedarse sentado, inmóvil, inerte. Significa depositar en Él nuestra esperanza, nuestra confianza. Creer que de Él vendrá la victoria. Pero actuar por encima de esa creencia. Dios nunca va a hacer la parte que le toca a usted, ¡así como usted jamás hará la parte que Le toca a Él!
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Somos socios de Dios. Cooperadores. Pídale a Dios que le revele Su voluntad y le de valentía para ejecutarla. Y vaya hacia adelante.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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