Quien es madre y padre desea siempre lo mejor para su hijo, y es de la misma forma como Dios nos trata. Él es sensible a nuestros dolores. Sin embargo, no nos atiende mientras nosotros no confesamos a Jesús como nuestro Señor. Es decir, mientras no nos sujetamos a Él. El Señor Jesús dijo: «… buscad primeramente el Reino de Dios…» (Mateo 6:33). ¿Qué es el Reino de Dios? Es el gobierno de Dios dentro de nosotros. Mientras el Espíritu Santo gobierne en nuestra mente, siempre estaremos viviendo en el Reino de Dios. En otro momento, Jesús también dijo:
«… todo el que Me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos. Pero cualquiera que Me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de Mi Padre que está en los cielos» (Mateo 10:32-33).
Aquí vemos claramente la distinción entre aquellos que son de Dios y aquellos que no lo son. Quien es hijo de Dios confiesa a Jesús como su Señor y Salvador. Y eso no tiene nada que ver con la religión o con filosofías humanas, sino con lo que está escrito y determinado. Al confesar a Jesús como su Señor y Salvador, usted tendrá, delante del Padre, a Alguien que lo defienda, que es el propio Hijo de Dios. Entonces, aquí en la Tierra, usted confiesa a Jesús como su Abogado, como su Redentor y tiene la convicción de que, cualquiera que sea la situación que pase, Él estará con usted. Vea, por lo tanto, la diferencia entre la fe emotiva y la fe racional; entre la fe inteligente y la fe sobrenatural. Todos tienen una fe emotiva, que es natural, pero no todos tienen una fe sobrenatural, que acompaña apenas a los que tienen al Espíritu de Dios. Esa persona no depende de la sensibilidad o de una canción para estar bien, sino que depende de la Palabra de Dios. A causa de la fe sobrenatural, razona, evalúa y, entonces, toma una decisión. La persona tiene un carácter divino aquí, en la Tierra, que abraza la verdad y el coraje para asumir su conducta. Entonces, solo depende de que usted confiese a Jesús como su Señor y Salvador. No depende de la suerte ni de padre, madre, hijos, ni de nadie. No depende de tener dinero o no. No depende de nada.