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Respire profundo, haga una pausa para calmar los ánimos. Dele espacio hasta el día siguiente y si fuera necesario, retome la cuestión

“Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?”, (Jeremías 4:14)

“Me angustié, me lastimaba, me quise quitar la vida varias veces…”