Pamela asistía a la Iglesia Universal desde su adolescencia; sin embargo, decidió dejar la fe e iniciar un camino diferente. En el trayecto, sucedieron diversas situaciones que inundaron su vida de tristeza. A continuación, su historia:
“Conocí la Iglesia Universal a los 15 años. En ese entonces, tenía pensamientos de inferioridad, no me valoraba y sentía mucho odio hacia mis papás porque desde los 8 hasta los 14 había sufrido acoso por parte de una persona mayor que yo.
Todo eso hizo que yo fuese muy insegura. Me daba miedo hablar sobre ese tema, pero tampoco veía que mis papás se preocuparan. Entonces, crecí con desconfianza, enojo y bronca hacia ellos, porque no tenía su ayuda. Mi malestar también se reflejaba en las actitudes hacia mis hermanas y con mi familia en general, porque siempre peleábamos.
Pero cuando llegué a la iglesia, fui libre de todo eso. Estuve firme en la fe durante tres años y, después, empecé a descuidar mi vida espiritual. Cuando vi la oportunidad de dejar de ir a la iglesia, lo hice. Ya no valoraba las reuniones, las palabras. Ya no las veía como para mí. Entonces, me alejé. Y aquello de lo que había sido libre volvió a mí, pero peor.
Nuevamente comencé a tener pensamientos de inferioridad, de desprecio hacia mí misma. Además, me autorechazaba, comía y me provocaba el vómito. Conocí los vicios porque empecé a juntarme con personas que consumían alcohol, cigarrillos y marihuana. Para estar tranquila y poder dormir, fumaba. No descansaba, al contrario, sufría de pesadillas, sentía que alguien me perseguía, pensaba que iba a morir, me levantaba muy asustada, con miedo.
Me sentía frustrada, mal en todas las áreas: en la salud, en lo sentimental. En mi mente programaba cómo terminar con mi vida porque estaba sufriendo demasiado. Pensaba en tirarme en la ruta transitada donde pasaban los colectivos; a veces también lo imaginaba cuando pasaba por los puentes, pero no lo concretaba porque sabía que mi alma iba a ir al infierno.
Después de estar unos cuatro años alejada, me hicieron una invitación para volver a la iglesia. Como había rechazado a Dios, tenía miedo de que Él me rechazara a mí, pero tomé coraje, decidí volver y Dios me recibió.
Desde ese día, todos los pensamientos negativos, los tormentos, los vicios y las enfermedades desaparecieron. Mi relación con mi familia fue transformada y ya no siento desprecio por mí misma, gracias a Dios. Él me liberó y me dio una nueva chance. Dios nunca bajó los brazos por mí, por eso usó a alguien que me invitó y pude volver”.
Si te identificás con la historia de Pamela, este es el momento de volver a donde fuiste feliz.
Dios y los miembros de la Iglesia Universal te esperan con los brazos abiertos. ¡Hay una nueva oportunidad!
Asiste a la Iglesia Universal ubicada en Lorenzo López 554, Pilar, Buenos Aires.