Todo ser humano tiene el complejo de Dios (Un Dios en el sentido de “estar por encima de todo y todos”, no en el sentido de bondad que normalmente le atribuimos a Dios).
Unos más, otros menos, pero a todos nos gusta la idea de:
– Hacer lo que queremos y entendemos sin responder a nadie.
– Doblar principios y valores en beneficios propios. Escapar mágicamente de las consecuencias de nuestras propias actitudes.
– Encontrar que somos conocedores de todo y no necesitamos a nadie que nos enseñe.
– Juzgar a todas las personas que no concuerdan con nosotros y anularlos sin nigún tipo de contemplaciones.
Mientras no reconocemos esta verdad sobre nosotros mismos y sometemos nuestra voluntad más oscura al único Dios, de hecho, sufriremos y haremos sufrir a quien más amamos.
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