Durante la reunión realizada en San Pablo, en el Cenáculo del Espíritu Santo de Santo Amaro, el pasado domingo 4, el obispo Edir Macedo enseñó a quienes participaron en el templo por la mañana, y también a millones de personas que vieron la trasmisión por IURD TV (Brasil) y Rede Aleluia (Brasil), que lo que hace la diferencia entre quien será salvo y quien no lo será, es la fe asociada a la obediencia.
“Si usted cree en Dios, pero no obedece su Palabra, no sirve de nada su fe. Usted es obediente en los diezmos, pero si no fuera fiel a su marido o esposa, entonces no sirve de nada devolver la décima parte”, alertó.
Acerca del pasaje bíblico de Lucas 16:19, el obispo explicó cuál fue la diferencia que llevó al mendigo Lázaro a ser salvo y al rico egipcio a ser condenado:
“La Biblia relata respecto de la muerte del rico y de Lázaro, historia que realmente sucedió. El texto dice que el rico vivía cómodamente y el pobre vivía en la puerta de su casa, ya que quería comer de las migajas que caían de la mesa. Entonces, tenemos dos situaciones, dos hechos: cuando Lázaro murió los ángeles vinieron a tomar su alma, el rico también murió, fue sepultado y, en el inferno, estaba en tormentos. El rico era un egipcio que, a pesar de conocer a Abraham, confiaba más en su dinero que en la Palabra de Dios. Mientras que el pobre, que ni servía para esclavo, recibió la salvación, ya que Él creía en Dios”, explicó.
Frente a lo expresado, el obispo se ocupó de enfatizar que lo que hace la diferencia en la vida de una persona es la fe que, aliada a la obediencia, hace que se alcance la salvación. “Usted puede llegar a tener fe en Dios, pero si no obedece a Su Palabra, de nada sirve usarla. Aquel que confía en su propio dinero, en su fuerza, en su sabiduría, en sus diplomas y en su condición social no puede alcanzar la salvación eterna, ya que siempre coloca a Dios en último lugar. Sin embargo, aquel que confía y obedece, al morir, ciertamente irá hacia Dios.”
A pesar de que la historia deja clara la diferencia social de los personajes, el obispo destaca que no será ese el requisito para entrar en el Reino de Dios o quedar fuera de Él. “Si la persona que posee muchos bienes tuviera el carácter que tenía Lázaro, será salvo. No piense que el pobre va a al cielo y el rico al infierno, eso depende de cómo la persona vive aquí abajo”, destacó.
Después de las orientaciones, el obispo llamó delante del altar a todos los que aun no habían entregado sus vidas en las manos de Dios y que, tocados por el mensaje, habían reconocido que estaban viviendo en desobediencia a Su Palabra. Para éstos, también fue dado un mensaje de perdón: “Mientras estamos vivos, el Señor Jesús puede ser nuestro Salvador. Él puede cancelar todas las injusticias y hacer de todos nosotros personas limpias, ya que Él olvida nuestro pasado.”
Antes de finalizar el encuentro de fe, el obispo concluyó diciendo que ni Dios, ni el diablo tienen autoridad sobre la voluntad del ser humano, quien fue dotado del derecho de decidir sobre su propia vida. “Eso es lo que hace la separación entre el Reino de Dios y el reino del inferno: cada uno decide por si mismo”.