Ya conquistamos muchas victorias. Sin embargo, ninguna de ellas fue precedida por la alegría. Al contrario. Como la mujer que siente dolores antes del parto, así también fue con nosotros.
Y digo más: cuanto mayor y más significativa era la conquista, mayor y más perturbador era el ruido de las trompetas del mal.
El sonido ensordecedor de las amenazas infernales ocurre justamente para enfriar la certeza de la victoria, y, consecuentemente, intentar neutralizar la fe en el éxito.
Satanás sabe que no hay forma de impedir el cumplimiento de las Promesas. Puede incluso atrasarlas con el permiso de Su Autor. Sea por el tiempo determinado por Dios, por la falta de confianza o de perseverancia del fiel, no sé. Lo que sé es: las conquistas por la fe son siempre precedidas por los rugidos enfurecidos del infierno.
Es obvio que el ruido en sí no tiene ningún efecto. Salvo cuando se le presta atención y permite la entrada del miedo.
El miedo genera duda, y la duda neutraliza el poder de la fe. Esa ha sido una de las tácticas del infierno para retardar o intentar impedir el cumplimiento de la Promesa.
Es necesario vigilar y estar atento a los ruidos, amenazas, en fin, a toda y cualquier señal demoníaca para reaccionar de forma positiva. O sea, en lugar de lamentarse, reclamar o confesar cualquier palabra de duda, al contrario, siga firme dando gracias a Dios porque la victoria se está aproximando.