Encerrarse en el baño casi todas las noches con un cúter es una práctica común para Carlos*, de 18 años (el nombre ha sido cambiado a “Carlos” para proteger la identidad del entrevistado). Con el objeto afilado, suele hacerse profundos cortes en su brazo cada vez que se pelea con sus padres.
El dolor causado por el corte parece ser menor que la angustia que siente en su alma. Cuando se lastima, se olvida de los problemas y, entonces, el ciclo se repite. “Ya no siento más lo dolores. Por eso, siempre prefiero expresar la rabia que tengo en mi cuerpo”, cuenta él.
Carlos es solo uno de los muchos ejemplos de la práctica de la automutilación, también conocido como cutting. El acto consiste en lastimarse el propio cuerpo con la intención de aliviar los dolores emocionales provenientes, por ejemplo, de la tristeza, del enojo, de la angustia o del rechazo. Las formas más frecuentes son cortase la propia piel, golpearse a sí mismo y quemarse.
A pesar de ser practicada por personas de varias edades, la automutilación es más común entre jóvenes y los adolescentes, principalmente del sexo femenino. El periódico británico Daily Mail publicó en su sitio web que en el 2012 los casos de adolescentes entre 10 y 14 años que se automutilaban creció un 70%. El número también asusta en los Estados Unidos. Allí, se estima que al menos el 17% de la población entre 18 y 24 ya se ha cortado intencionalmente en algún momento de sus vidas y más del 70% repitió el acto.
Aunque la intención de las personas que se automutilan no sea suicidarse, este comportamiento puede ser el disparador.
La razón de este aumento parece ser simple: los conflictos emocionales que se producen en esta fase. “Es un período muy difícil, todo es muy intenso. Es el momento de empezar a tomar las propias decisiones y de ser aceptado por algún grupo. Cuando algo no sale bien, el joven siente eso con mucha intensidad, se angustia y se corta”, señala la psiquiatra Jackeline Giusti, del Servicio de Psiquiatría de Infancia y Adolescencia, del Hospital de Clínicas, de la Universidad de San Pablo, en Brasil (USP).
Por lo general, la automutilación comienza por impulso, cuando el joven siente una rápida necesidad de herirse para librarse de una situación que lo entristeció. En la mayoría de los casos, puede estar asociada con otros trastornos como traumas del pasado, bipolaridad, trastornos de la alimentación, bullying, etc. “No hay ninguna característica propia de la automutilación. Lo que estas personas tienen en común es un sufrimiento emocional muy intenso, con o sin motivos”, reflexiona la psiquiatra.
Llamar la atención de las personas con las que conviven es lo que estos jóvenes menos quieren. Por el contrario, prefieren esconder los objetos cortantes y vestir ropa holgada para no mostrar las cicatrices y no ser castigados. “No es un comportamiento del cual se sientan orgullosos. Muchas veces tratan de resistir, y cuando no lo logran, no les queda otra salida”, explica Jackeline.
Un círculo vicioso
En el momento en que la persona hiere su propio cuerpo, el organismo libera endorfinas, una sustancia que causa una sensación de relajación. La hormona liberada ayuda a suprimir el sufrimiento emocional que la persona está pasando, porque hace que ella se desconecte brevemente del problema. De este modo, esto se convierte en un acto repetitivo y el vicio se instala. “Aunque parezca contradictorio, en la automutilación operan la pulsión de la muerte y la pulsión de la vida, como si la persona sacrificara una parte de su cuerpo para preservar su integridad mental”, aclara la psicóloga Audrey Vanessa Barbosa Leme.
Este fue el caso de Leticia Inácio, de 19 años (en la foto al lado) que dependió del cutting desde los 13 a los 16 años. Siempre vivía triste y abatida, por no haber conocido a su padre y no vivir con su madre. Ella encontró en la automutilación la “válvula de escape” para su sufrimiento. “Quería atención y no la tenía. Eso me causó depresión y era muy sentimental” afirma.
Con el tiempo, esta actitud fue convirtiéndose en algo normal. “Poco a poco, comenzó a ser un acto agradable. Cuando enfrentaba una dificultad, siempre me cortaba los brazos y las muñecas. Utilizaba láminas de sacapuntas, vidrios y tijeras”, recuerda.
Leticia trataba de resistir y permanecía algunos días sin lastimarse, pero no podía dejar de hacerlo definitivamente. Hasta que decidió tomar una actitud. Volvió a frecuentar a la Universal, lugar que había conocido cuando era una niña, donde aprendió a enfrentar los problemas emocionales. “Empecé a hacer las cadenas de los días martes y viernes para liberarme del sufrimiento, y los miércoles y domingos buscaba a Dios para llenar mi interior. Solamente así me di cuenta de que cortarme me proporcionaba un alivio momentáneo, pero no me curaba interiormente. Cuando traté el dolor interno, nunca más me lastimé”, revela.
Resultados desastrosos
Las consecuencias de la automutilación pueden ser graves, como lo informa la psicóloga Audrey: “Las personas pueden aislarse de la familia y de la vida social, desarrollar cuadros depresivos y recurrir al consumo de sustancias psicoactivas”, explica.
Por esta razón, los que se automutilan prefieren sufrir en silencio, aunque la práctica se extienda por mucho tiempo. “Para esa persona no es interesante contar esa actitud, porque en ella hay sentimientos de culpa, vergüenza, fracaso y auto-recriminación”, destaca la psicóloga.
Eso fue lo que ocurrió con Vanessa Mesquita, de 20 años, (en la foto al lado) cuando les ocultó a sus padres que se automutilaba. Ella empezó a cortarse las muñecas y los brazos con unas tijeras a los 13 años, porque vivía angustiada todo el tiempo. “Siempre tuve todo lo que quise y en el momento que lo necesité, incluyendo a padres presentes. Pero, con el pasar del tiempo, fue naciendo en mí un vacío muy grande. Y de ahí provino la idea de automutilarme”, dice.
Para que la familia no se enterara, ella buscaba estar sola en la habitación, escondía los objetos que utilizaba y a veces tomaba su propia sangre. “Escondía el paño con el que me limpiaba la sangre debajo de la almohada. A veces también me cortaba en la ducha, para que la sangre se escurriera con el agua”, cuenta.
Ella recuerda que pasaba horas hiriéndose para sentir un dolor físico capaz de hacerle olvidar el vacío que sentía. “El suelo de mi habitación quedaba con gotas de sangre, porque me cortaba las muñecas hasta conciliar el sueño,” dice.
A pesar de materializar el dolor emocional en los cortes que se hacía, Vanessa no lograba librarse definitivamente de la angustia. Iba a fiestas, estaba con amigos, se hacía tatuajes, pero nada la hacía feliz. Entonces, pronto comenzó a fumar cigarrillos y marihuana, y a tomar remedios compulsivamente.
A los 17 años, después de haber intentado suicidarse, encontró algo que le pondría fin a su dolor. “Cuando estaba a punto de quitarme la vida, conocí la Fuerza Joven Universal, a través de mi padre. Allí vi a personas dispuestas a ayudarme y acepté la propuesta de cambiar de vida”, cuenta.
Con la ayuda de este grupo, ella comenzó a buscar a Dios y, gracias a esto, pudo terminar con la angustia que sentía. “Hoy en día, tengo cicatrices en la piel, pero ahora tengo paz y la alegría, porque el vacío de mi alma se llenó”, celebra.
¿Por qué torturarse?
Descargar en su cuerpo un sentimiento malo no trae el resultado que usted espera, que es aliviar el dolor del alma. En realidad, es una actitud autodestructiva que camufla a otra. Lo que ocurre es una falsa paz interior que termina en unos pocos minutos, porque las causas que conducen a esta práctica son mucho más profundas.
La escritora Cristiane Cardoso escribió en su blog, que la fuerza que existe dentro de cada persona que se expresa a través de la automutilación, puede transformarse en una fuerza interior capaz de terminar definitivamente con ese acto. “Si usted está pasando por esto, quiero que sepa que no la juzgo ni la condeno, tampoco veo en usted a una persona débil, como algunos pueden pensar. Lo que sí veo es que tiene una gran fuerza interior y que solo la está canalizando de una manera equivocada, porque a fin de cuentas, quien han sufrido más es usted misma”, declaró.
Por supuesto que ese cambio del uso de la fuerza no sucede de la noche a la mañana. Pero si usted busca ayuda, aprenderá a enfrentar sus conflictos de una manera inteligente.
Así que si usted, hombre o mujer, joven o ya una persona de edad avanzada, ha vivido una situación semejante, busque ayuda. Recuerde que su cuerpo es una bella creación de Dios y existe para expresar sensaciones agradables y no cortes ni heridas.
Vea a continuación, algunos consejos que le ayudarán a vencer este problema y ponerle un fin a la automutilación:
Expóngale su problema a Dios – Haga una oración a Dios pidiéndole ayuda, exprésele a Él todas sus ansiedades, independientemente de haber o no conversado con una persona de confianza o con un profesional.
Registre las situaciones – Describa en un cuaderno todo lo que le lleva a sentir las ganas de cortarse. Escriba también las emociones que surgen antes.
Exprésese de manera saludable – Trate de practicar algunos hobbies que expresen sus emociones de forma constructiva, como pintar, escribir, realizar ejercicios, etc.
Hable con alguien – Por más difícil que sea, cuente lo que le pasa, trate de abrirse con personas con las cuales convive, como sus padres, su cónyuge, o un amigo cercano. Dígale que necesita ayuda.
Dificulte la automutilación – Cuando sienta ganas de lastimarse, diríjase a un lugar en el que se encuentren otras personas. Así será más difícil ceder a la emoción del momento.
Retrase el corte – Comience posponiéndolo por diez minutos y vaya aumentando el tiempo gradualmente hasta conseguir ayuda. Repita frases positivas como “no merezco castigarme”, aunque al principio no crea en ellas.
Identifique la raíz del problema – Realícese preguntas a sí mismo como, por ejemplo, “¿por qué me corto? “¿Por qué eso me trae alivio?” “¿De qué manera esta acción termina con mi dolor?” “¿Por qué ese tipo de castigo es necesario?”
Busque ayuda espiritual – En la Universal hay grupos de ayuda conformados por personas que superaron problemas similares y que pueden orientarle. No dude en pedir ayuda.
En el caso que usted no sufra por este problema, pero conoce a alguien o tiene un hijo en esa situación, no ignore esto ni piense que es una tontería, mucho menos actúe movido por la desesperación. Adopte una postura disponible, demuéstrele su interés y dígale a la persona que cuenta con su apoyo para librarse de todo el sufrimiento.
Se está pasando por problemas espirituales, sepa que cómo librarse de ellos participando, todos los viernes a las 8, 10, 16 y 20h, de la Reunión de Liberación en la Universal de Almagro, Av. Corrientes 4070. Los horarios pueden variar de un lugar a otro.
Ingrese aquí y encuentre la dirección la iglesia más cercana a su domicilio.
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