Un Domingo de Consuelo, en el Templo de los Milagros, y donde cada persona recibió el Aceite de la Respuesta Divina.
Los espíritus malignos actúan tanto en los agresores como en las víctimas. No debemos dejarnos vencer por el mal, sino que debemos vencerlo con el bien.
Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Juan 14:15-18
Con nuestra alma siendo consolada por Él, logramos ser el padre, hijo, empleado, ciudadano, etc. que debemos ser.
Debemos guardar la Palabra, porque ella nos da Vida. El Espíritu Santo jamás invade la casa de nadie; Él golpea la puerta de nuestro corazón y nosotros decimos si Lo dejamos entrar o no.
El Consolador es el Espíritu de Verdad, no se puede ver pero quien Lo reconoce, recibe el Sello de Dios.
Lo que garantiza nuestra entrada al Reino de los Cielos es el Espíritu Santo, pero mientras eso no pase, Él es el Consolador de nuestra alma aquí en la Tierra.
Cuando uno recibe el Espíritu de Dios, deja de ser una criatura desconsolada, irresponsable y triste, para pasar a ser un hijo consolado, responsable y feliz.
Cuando somos bautizados con el Espíritu Santo, recibimos al Padre, al Hijo y al Espíritu de Dios que nos convierte en mejores padres, hijos y siervos.
Y sucederá que si obedecéis mis mandamientos que os ordeno hoy, de amar al Señor vuestro Dios y de servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra Alma. Deuteronomio 11:13
Dios quiere ir delante de nosotros y sabe todas nuestras necesidades; para eso debemos sembrar y, la cosecha, vendrá luego lluvia temprana y la lluvia tardía. ¡Debemos confiar!
¿Cómo usamos la fe en Dios? Guardando y valorando Su palabra, mirando únicamente hacia Él y siendo fiel, poniéndolo en primer lugar.