La tempestad pasó y todo fue destruido. Casas arruinadas, puentes quebrados, autos tirados encima de los tejados, inundaciones, crecidas, góndolas de supermercados vacías, calles inmundas, accidentes, pánico, enfermedades y muertes. Esas son algunas pocas cosas que suceden cuando un huracán llega a una ciudad. Es el caso de Sandy, en Estados Unidos.
Tan interesante como lo que sucede en nuestras vidas. De repente suceden tantas cosas que no parece la misma vida que teníamos incluso unas horas antes. Por un momento la paz, inmediatamente el caos. Por un instante la bonanza, después la guerra.
Y entonces usted pregunta: “¿Cómo puede pasarme todo eso? ¿Qué hice para merecerlo?
No fueron esas, necesariamente, las palabras de una periodista y escritora norteamericana llamada Joan Didiou. Ella tuvo todos los motivos del mundo para cuestionarse, cuestionar a Dios o al diablo por toda la tragedia que le sobrevino a su vida en pocos días.
La “fuerte lluvia” comenzó cuando su hija se enfermó, aparentemente era una gripe fuerte, y fue necesario que la internaran de urgencia en estado grave. La niña estuvo cinco noches en la UTI con un cuadro de neumonía y choque séptico cuando, a la noche, regresando del hospital, ella y su marido se preparaban para cenar. Mientras ella cocinaba, él esperaba en la sala tomando un trago. De repente, un “fuerte viento”, de esos que anuncian una tempestad, pasa nuevamente por su casa…
Lo llama a su marido pero él no responde. Inmediatamente lo llama de nuevo y el silencio sigue. Va a ver qué está sucediendo y lo encuentra tirado e inconsciente. La ambulancia llega y el paramédico constata su muerte. La tempestad se desata tan repentinamente, que toda su vida parece reducirse a instantes.
“La vida se transforma rápidamente. La vida cambia en un instante.
Usted se sienta a cenar, y esa vida que usted conocía termina de repente.
La cuestión de la autopiedad…
La vida cambia en un instante. En un instante común.” (fragmentos del libro “O ano do pensamiento mágico”, de Joan Didion)
Y, ¿no es así que nos sentimos cuando pasamos por momentos angustiantes?
Todo sucede en un instante común. En un instante similar a los que usted vivió antes, la semana pasada, el mes pasado. Y, repentinamente, todo el mundo, todo deja de ser lo que era – para bien o para mal.
Sin embargo, a pesar de los trastornos que ellos nos causan, y por más que usted despierte con un barco en su calle – debido a la furia de los huracanes – aún así, son importantes para nuestra vida, porque sin ellos no tenemos manera de alcanzar la bonanza, la victoria después de la guerra, la derrota del inmenso Goliat siendo nosotros “solo” un delgado David.
No voy a contar como termina el ensayo personal de Joan Didion, pero cabe destacar que todos pasamos por pequeñas, medianas y grandes dificultades. Y no se trata de administrar el sufrimiento, sino de sacar provecho de él, ser precavido, tener precaución, ante los otros huracanes, desiertos, tempestades, o sea cual fuere el nombre que usted le da a esas situaciones difíciles que día tras día surgen en nuestras vidas, pero, principalmente, contra la falsa impresión de que todo está yendo muy bien en nuestra vida y no tenemos de qué preocuparnos. Porque como dice Didion: “La vida cambia en un instante. En un instante común…”
Sobre eso, la Biblia tiene un proverbio interesante:
“Porque el desvío de los ignorantes los matará,? y la prosperidad de los necios los echará a perder…”, (Proverbios 1:32).
Es esa impresión de bienestar la que nos hace estar ajenos a nuestra propia vida, al sufrimiento que llega furtivamente y al mal que viene acompañando a la tempestad que causa tremenda destrucción.