Muchos psicólogos son taxativos al decir que el uso en exceso de internet o de los juegos no debe ser vista como un tipo de dependencia. El problema es cuando perjudica el desempeño escolar, la convivencia social y otras actividades. Otro síntoma, que puede preocupar, es la necesidad de jugar cada vez más para obtener placer. Son casos parecidos con el de Sofía Barrientos, de 9 años, el de Lucas Encina de 7 y el de Martina González. Quienes fueron, pero ya no lo son.
Sofía Barrientos tiene 9 años y sufrió en carne propia los efectos de abusar de Internet y las redes sociales. Como sus compañeras tenían cuenta en Facebook, ella también quiso tener una. Al tiempo comenzaron las dificultades.
El carácter de Sofía cambió, se volvió más rebelde y también bajó su rendimiento escolar porque no quería ir a la escuela ni hacer la tarea. Por otro lado, empezó a no poder dormir, tenía miedo, veía sombras extrañas y escuchaba ruidos raros. Estas actitudes provocaron que su mamá fuera acusada de no cuidarla
Gracias a Dios, participando en las reuniones de la EBI, Sofía deshizo su cuenta y todo cambió, ahora puede dormir, ya no tiene miedo ni ve sombras ni escucha ruidos raros. Sus notas en el colegio mejoraron, pasó de grado y hasta fue designada abanderada. Hoy tanto ella como su mamá están felices gracias a Dios.
El caso de Lucas Encina, de San Luis lo cuenta él mismo. “Comencé a usar videojuegos desde los 7 años hasta los 9. Me pasaba la mañana en el cyber, y llegué a gastar mucho dinero en eso. Cuando mi mamá no me daba plata para jugar, yo le robaba de su cartera.
Gracias a Dios, hablé con una obrera de la Iglesia Universal y comenzamos un propósito de oración por mi liberación.
Mi vida fue cambiando; ya no fui más al cyber, dejé de robar, no sentí mas nerviosismo y también dejé de faltarle el respeto a mis padres. Ahora solo uso la computadora para hacer las tareas de la escuela y para visitar sitios que me ayuden a desarrollar mi fe.”
Martina González también pasaba las tardes frente a la computadora; incluso le mentía a su abuela diciéndole que no tenía tareas de la escuela para poder jugar. Eso provocó que bajara su rendimiento escolar. Por un tiempo dejó de participar en la EBI y sus notas siguieron bajando. Pasó de ser la alumna de mejor promedio a ocupar el quinto puesto.
Su abuela siempre oró por ella, hasta que un día Martina la acompañó a la Iglesia y empezó a usar su fe, pidiéndole a Dios liberarse de ese vicio. Usando su fe y perseverando en las cadenas de liberación, logró vencer su problema: “Ahora uso la computadora menos de dos horas por día y además, volví a ser la alumna con mejor promedio”, cuenta.
El psicólogo Cláudio Moura Nunes destaca la importancia de que los padres busquen ayuda para evitar que ese comportamiento interfiera en el niño y marque al adolescente durante toda la vida.
“Los padres necesitan acercarse al hijo sin retarlo a fin de abrir un canal de comunicación. La idea es reaprender a usar la computadora y hacer otras actividades en su lugar. El uso de internet no debe ser totalmente cortado, sino moderado”, enseña el psicólogo.