¿Qué sintió al saber que algunas personas estaban pasando una situación difícil, ya sea a causa de una guerra o un desastre natural? Tal vez, en su interior, usted deseó tener condiciones para ayudarlas.
En la década de 1990, varios noticieros mostraron que el Nordeste brasileño atravesaba un período de intensa sequía – como es común en esa región del país – dejando rastros de hambre y dolor. Esa situación sensibilizó a muchas personas.
En la época, salió un reportaje en la Rede Record, presentado por el periodista Goulart de Andrade (ya fallecido), sobre la ciudad de Irecê, en Bahía, que había pasado del auge económico a la decadencia, debido a esa gran sequía. Ubicada a 478 km de la capital bahiana (Salvador), Irecê, pasaba por un período crítico.
En la nota estaba el relato de una mujer cuyo marido se había suicidado porque había perdido todo con aquella sequía. Y también la historia de una madre que, ante el llanto de hambre de los hijos, solo pensó una salida: matarlos para poner fin a todo aquel sufrimiento.
Entre los que miraban el reportaje especial estaba el obispo Edir Macedo (*), líder y fundador de la Iglesia Universal, que, tocado por las declaraciones desesperadas, decidió hacer algo para cambiar la vida de aquellas personas.
Unión por un sueño
“La primera medida era conseguir a una persona que pudiese abrazar nuestra visión, buscara un lugar y, dentro de lo posible, pudiese desarrollar el proyecto. Entonces, llamamos a Marcelo Crivella, que estaba en África. Él abrazó y tomó el proyecto”, recuerda el obispo Macedo.
Para comprar las casi 500 hectáreas de tierra donde se desarrollaría el proyecto y equipar el lugar con todo lo que era necesario, Marcelo Crivella – actual gobernador de Río de Janeiro y, en la época obispo de la Universal – lanzó un CD “Mensajero de la solidaridad”. El álbum vendió más de un millón de copias y, con la donación inicial de 850 mil reales de anticipo de los derechos de autor junto a Sony, fueron adquiridas las tierras para la ejecución del proyecto. Comenzaba la Hacienda Canaán (foto al comienzo de esta nota).
Toda la tecnología de riego fue importada de otro país. “Trajimos técnicos de Israel, que nos enseñaron a plantar, hicieron una exploración en el suelo, y nos ayudaron a descubrir el agua que estaba en el subsuelo. Allí en el desierto, la lluvia no caía de arriba para abajo sino que ‘caía de abajo para arriba’”, destaca Crivella. La primera cosecha se realizó un año después de la inauguración de la hacienda.
No hay imposible
Hace 16 años, la hacienda atiende a casi 2 mil familias, además de 600 niños y adolescentes desde la educación inicial hasta la secundaria, tiempo completo, con cuatro comidas diarias, transporte escolar, material didáctico y seguimiento médico y odontológico.
La Hacienda Canaán es la prueba de que nada es imposible cuando el objetivo es hacer el bien al prójimo.
40 años
Continúe acompañando la historia de los 40 años de la Universal, con notas especiales relatando lo momentos que marcaron la trayectoria de fe de la Iglesia.
(*) En el medio de la nota, foto del obispo Macedo con los niños atendidos por el Proyecto Nueva Canaan durante su visita a la hacienda.
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