Cuando pensamos en la eternidad, podemos imaginarnos que Dios ha reservado para los salvos solamente el derecho de habitar en el cielo con Él. Eso por sí solo ya sería muy maravilloso, pero el Altísimo ha preparado mucho más que la vida eterna (1 Corintios 2:9). Está reservada a cada justo, una recompensa celestial tan gloriosa que llega a ser inimaginable. Para determinarla, el Señor usará el criterio de cómo Sus hijos Lo sirvieron durante su jornada cristiana.
Basado en el carácter Divino que es justo y fiel, ninguna obra, por menor que sea, pasará desapercibida a Sus ojos. Para probar eso, el Señor Jesús dijo que incluso el hecho aparentemente insignificante de dar un vaso de agua fría a un pequeñito generará retribución en la eternidad (Mateo 10:42).
Vea que no es difícil tener recompensa de Dios, pues Sus ojos están fijos en Sus siervos para que ninguna de sus acciones se pierda, sino que sean debidamente listadas, para que así ellos alcancen la compensación en el cielo.
Esto nos alegra porque, aunque el siervo pueda sentirse despreciado en este mundo, porque su trabajo es considerado pequeño y aparentemente sin valor, en el Reino de Dios tiene un elevado premio. Esta no es la única vez que las Escrituras hablan de galardón, sino que en todo el Texto Sagrado este es mencionado a fin de darnos coraje en el servicio a Dios. Tales Palabras nos animan, pues nos hacen entender a Quién de hecho hemos servido.
Mientras el Señor Jesús observaba a las personas lanzando sus ofrendas en el arca (Lucas 21:1-4), destacó la actitud de la viuda pobre que ofreció dos pequeñas monedas que, en contraste con las grandes sumas de dinero dadas por los ricos, parecía insignificante. Esto es a los ojos humanos, ¡pero no a los ojos de Dios!
El Justo Señor, que conoce las intenciones del corazón de Sus siervos, sabía muy bien cuánto sacrificio había significado para aquella mujer renunciar a su sustento para ofrecerlo como ofrenda en el Altar. Por eso, Se ocupó de honrarla delante de Sus discípulos, para que su gesto de fe quedara registrado para siempre, y sirviera de ejemplo para todas las generaciones hasta nuestros días.
¡Todo esfuerzo en llevar un alma a la Salvación, o incluso una simple demostración de amor y cuidado para con la obra del Altísimo, tiene un valor inestimable! La preciosa recompensa del justo está debidamente guardada con el Señor Jesús para ser entregada en la eternidad (Apocalipsis 22:12).