Hay historias que reflejan lo que viven miles de personas, desesperadas por una salida. Andrea Solís creyó que formar una familia la haría feliz, pero sus ilusiones se derrumbaron rápido: “Nos agredíamos de forma verbal y física. Le fui infiel en varias oportunidades y él también. Conocimos la Universal, pero yo vivía en automático y de a poco, dejé de ir”.
Lejos de Dios, cerca del dolor
Todo se derrumbaba: “Estábamos mal en lo económico. Vendimos la casa y fuimos a probar suerte a Entre Ríos, yo lo seguía, dejaba todo por él.
Volvimos y no teníamos lugar para vivir, fuimos a la casa de unos amigos y luego a otra que nos prestaron. La única comida de mis hijos era la de un comedor, de noche no había nada.
No me interesaba nada, estaba deprimida, en un gran silencio. En una oportunidad, quise tirarme de una terraza y en otra, intenté cortarme las venas. Seguíamos mal, aunque mi esposo sí le ponía más ganas”.
Ella no se esperaba los golpes que recibiría: “Él me propuso matrimonio y al año me enteré que tenía HIV, lo peor fue cuando supe que yo también estaba igual. El fantasma de la enfermedad fue terrible, sumado a la posibilidad de que mis hijos también se hubieran infectado.
Él dejó de tomar la medicación, decía que estaba bien. Pero lo internaron y me decían que no viviría más de un mes. Estando allí me decía que volviera a la Iglesia.
Finalmente falleció de una neumonía. Él era todo para mí. Estaba sola con mis cinco hijos, sentí que el mundo se me caía encima. Tenía miedo porque sentía que me podía morir en cualquier momento y los dejaría solos”.
Tocar fondo para subir
“Tuve que estar en el fondo para reencontrarme con Dios. En la Iglesia me recibieron con los brazos abiertos, ahí empezó mi lucha. En un momento estaba en cama engripada, deprimida y una conocida de la Universal se acercó a mi casa. Hablamos, me descargué y cuando se fue, oré y encontré a Dios. Allí le pedí que me curara por dentro. Quería ser una nueva persona, había estado muerta toda la vida.
Busqué el Espíritu Santo y fui bautizada, desde ese momento soy otra persona, no hay un día en el que no esté sonriendo, hoy enfrento los problemas de otra manera, sé que siempre está Él. Sin embargo, faltaba algo e hice un voto. Me realicé nuevos estudios y cuando los retiré vi que decían carga viral HIV ‘No detectada’, no lo podía creer.
Toda mi vida usé una máscara, ahora soy otra. Tengo un trabajo estable y con mis hijos estamos unidos, todo el dolor del pasado quedó atrás”.
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