¡Los novios están desesperados! ¡El matrimonio está desconcertado! Como un día sin sol y una noche sin estrellas, una fiesta de casamiento sin vino, no tiene sabor.
Los novios, tan queridos entre la gente, serán rotulados como irresponsables, serán mal vistos a los ojos de todos, y los juzgarán para siempre por una falla que, probablemente, ni siquiera es de ellos.
Esa sociedad galilea, al igual que todas las conocidas, es capaz de olvidar todos los buenos actos realizados por alguien cuando se comete una falla que los afecta. En Canaán, las fiestas de casamiento tienen una duración de 7 días, pero sin vino todos se irán hablando mal de los anfitriones. Alguien tiene que actuar.
Entre los invitados, una señora se da cuenta del miedo de la nueva familia y conversa con su Hijo, un Hombre sabio que, en los últimos tiempos, le ha hablado a multitudes.
Es tan grande la importancia de la integridad de la familia para el Muchacho, que decide ayudar. En cualquier otro caso, probablemente, Él hubiera negado la ayuda. Sin embargo, bajo esas circunstancias, es necesario proteger a las buenas personas del veneno que hay en el mundo.
“Llenad de agua estas tinajas.”
Los invitados quieren vino, los novios quieren vino, pero la autoridad con la que habla el Invitado es incuestionable. Allí hay espacio suficiente para guardar, al menos, 480 litros de vino. Cada espacio está llenándose con agua.
Nadie puede comprender lo que pasa por la mente de ese Hombre. Todos quieren el vino, el producto final, lo que agrada a los hombres. Él ordena buscar agua, el elemento más puro que existe, sin gusto, sin aroma, sin color, sin gracia alguna. ¿En qué está pensando?
Su madre y Sus amigos Lo miran con admiración y curiosidad. Conocen la sabiduría de su Compañero, pero también saben que podría hacer lo que quisiera si pedirle a los empleados todo ese trabajo. Pero ¿qué objetivo es conquistado sin esfuerzo? ¿Qué milagro se recibe sin sacrificio?
“Sacad ahora un poco y presentadlo al encargado del banquete.”
¡Qué maravilla! Pero si Él no hizo nada. Él no había dicho nada. Si oró, nadie se dio cuenta. Si extendió las manos sobre el agua, nadie lo sabe decir. Y de repente allí, todo fue transformado. Confiaron en Él y, antes que pudieran darse cuenta, nada es como antes.
El encargado del banquete no puede explicar la calidad del vino, nunca probó algo tan bueno. Todos presentan primero el vino bueno, y después, cuando los invitados ya están embriagados, ofrecen el de menor calidad. Pero no es así en la fiesta que está ese Hombre. Cuando el Milagrero actúa, todo que pone mejor.
Solamente quien prueba el vino sabe lo bueno que es. Solo quien conoce el poder de ese Muchacho sabe de lo que Él es capaz. Y cuando se Lo conoce realmente, Sus amigos pueden decir, que todo lo que parecía completo en la vida, se vuelve mejor.
Los novios ya no están desesperados. Él trajo paz. Y la Historia se olvidará, para siempre, de los nombres del matrimonio para contar lo poderoso que es ese Muchacho.
(*) Juan 2:1-11