Hoy tuvimos la Santa Cena, rememorando el Sacrificio que el Señor Jesús hizo por nosotros.
«Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí». Salmos 51:3
La reconciliación es necesaria: primero con el Creador y luego con los demás.
Es grave no reconocer los errores
David era un hombre según el corazón de Dios, pero también fue un hombre según su inclinación.
Lo peor: no reconoció sus errores, los ocultó, y eso lo enfrió en la Fe.
Tenemos que dejar de pensar que los errores no tienen solución, porque existe el presente donde uno puede tomar la decisión de cambiar.
La Fe es una herramienta, pero debemos usarla.
Reconocer es asumir; más vergonzoso que un error es no reconocerlo y querer taparlo.
Toda persona que peca tiene delante de sí sus pecados: la carga de la conciencia.
La alegría puede pasar, pero el gozo de Dios es permanente.
La reconciliación demanda 3 pasos:
1️⃣ Reconocer
2️⃣ Confesar
3️⃣ Abandonar
Uno tiene que valorar su alma ante todo.
La humildad es la primera elección que no puede faltar en nosotros.
Cuando entramos en presión es donde revelamos quiénes somos realmente.
«Y saliendo, Se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también Le siguieron». Lucas 22:39
En el Jardín de Getsemaní se hacía la presión de las aceitunas para producir el aceite.
En el momento en que seamos presionados, tenemos que orar para no entrar en tentación.
Entrar en tentación es saber que no debemos hacerlo… y aun así hacerlo.
El mayor dolor de Jesús no estuvo en lo que iba a sufrir, sino en que estaría separado del Padre.
Solo venceremos la presión siendo hijos.