En un artículo escrito para el Wall Street Journal, la psicoanalista y entrenadora de padres, Erica Kosimar, apoyó la importancia de que los padres incentiven a sus hijos a creer en Dios, aunque ellos mismos no crean.
De acuerdo con la investigadora, hay evidencias de que el culto religioso mejora la salud mental y hace que el uso de drogas y la actividad sexual sea menor entre los adolescentes religiosos.
La depresión y la ansiedad está relacionada a la falta de fe
Incluso, agrega que la falta de interés por la religión convierte a los adolescentes en personas susceptibles a desarrollar depresión y ansiedad. Además, ella lo atribuyó al hecho de que esos disturbios psicológicos se hayan vuelto tan comunes entre los niños y los adolescentes.
“Los niños y los adolescentes que relataron haber participado de un servicio religioso, por lo menos una vez por semana, obtuvieron una puntuación más alta en las encuestas de bienestar psicológico. También tuvieron menores riesgos de tener una enfermedad mental. La participación semanal se asoció a un mayor porcentaje de voluntariedad, sentido de misión, perdón y de una menor probabilidad de usar drogas e iniciarse sexualmente de manera precoz”, afirma.
Influencias externas
Para la psicóloga Néia Dutra, responsable de la Escuela de Madres, no se pueden ignorar los factores que rodean a un individuo a lo largo de su crecimiento. Según ella, independientemente de la educación que pueda recibir, un niño siempre será influenciado por el ambiente en el que se desarrolle.
Por eso, “si frecuenta un ambiente de fe, seguramente, sus pensamientos y comportamientos serán motivados y conducidos por lo que ese grupo cree y practica”, afirma.
Además, destaca que hay estudios que comprueban cuán beneficiosa es la espiritualidad para el ser humano, especialmente en la infancia y la adolescencia. En esas etapas de construcción de carácter y de personalidad, los jóvenes necesitan referencias para desarrollar valores como la ética y la moral.
Los principios cristianos forman ciudadanos de bien
Cuando el joven cree en Dios y pone en práctica los principios y valores cristianos, naturalmente se empeña en tener una conducta correcta. Honrar a los padres, mantenerse alejado de los vicios y de la prostitución, así como obedecer a las autoridades. Todas esas acciones hacen que el niño sea un ciudadano de bien.
“Por lo tanto, la falta de los valores cristianos no solo producirá daños para el desarrollo de los niños y de los adolescentes. También será perjudicial para la familia y para la sociedad en general. Cuando los padres incentivan a sus hijos a desarrollar y a practicar la fe en Dios, después de ellos, son los más beneficiados”, concluye Néia.
Para saber más sobre el trabajo que realiza la Escuela de Madres, haga clic e ingrese a la página oficial del grupo.