Hoy en día parece que no encontramos un lugar en el que podamos permanecer a salvo. Escuelas y hospitales se han convertido en campo de batalla para los violentos, que ganan espacio mientras el resto de la sociedad apenas retrocede, espantada.
¿En qué historia de ciencia ficción cabe el intento de “rescate” de un malherido por parte de un grupo de familiares y amigos, que intentan entrar a un hospital por la fuerza para evitar un arresto? Es inconcebible que esto suceda en una sociedad del siglo XXI.
El hombre trae a la violencia en su naturaleza. En el origen de los tiempos bíblicos se produjo un homicidio dentro de una familia: un hombre llamado Caín mató a su hermano Abel. ¿Cuáles fueron sus motivos para cometer semejante acto de crueldad? La envidia y el egoísmo llevan a las personas a hacer locuras.
Venganza, traición, no importa cuál es el motivo. Nada justifica la maldad que vemos en estos hechos. Sin embargo, siguen sucediendo todos los días y el panorama es desalentador, nada hace suponer que la situación va a mejorar.
Desde el momento en que permitimos que nuestros hijos jueguen con armas de fuego y maten, como sucedió accidentalmente en Estados Unidos, cuando una niña de 9 años mató a su instructor de tiro empuñando una subametralladora Uzi, no podemos esperar un cambio.
Debemos inculcar otros valores, como el diálogo, el respeto y la comprensión. Es fácil burlarse o atacar al más débil, porque no podrá defenderse. Si, en cambio, nos ponemos en el lugar del otro pasaremos a comprenderlo y, lejos de atacarlo, lo ayudaremos sin esperar nada a cambio.
Todas estas palabras son hermosas en la teoría. Lo difícil es llevarlas a la práctica. Si miramos para otro lado, ignorando lo que pasa y sumergiéndonos en nuestros problemas, la sociedad está perdida.
Quizás usted diga: “ya tengo demasiado con mis problemas como para ocuparme de los asuntos de los demás”. No se olvide nunca del segundo mandamiento, que dice “… Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, (Mateo 22:39).
Como dijo Martin Luther King, quien luchó contra la segregación racial en Estados Unidos: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”.
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