Noé plantó su viña. Siendo agricultor, se aprovechó del buen vino y se recostó a beber, sin saber que su resaca no durarías días, sino milenios. Embriagado, quedó desnudo dentro de su tienda y se durmió, creyendo estar protegido por la lona que lo cubría. Pero lo que conocemos hoy como invasión a la privacidad ya tenía raíces aun en aquella época.
Cam, el hijo de Noé, no respetó el derecho que su padre tenía de mantenerse reservado. Invadió la tienda y descubrió la desnudez de su padre. Si en aquella época, observar a su propio progenitor desnudo era una vergüenza pasible de castigo, hoy en día la moralidad del mundo cambió.
Todos los días nos encontramos, en periódicos, programas televisivos y revistas, con noticias relacionadas a la intimidad de gente que, siendo celebridades o no, son personas comunes. Gente que necesita su propio espacio para sobrevivir. ¿Qué decir de las millares de fotos íntimas de famosos que aparecen en Internet? Sin entrar en la cuestión sobre si ellos permiten o no que las fotos sean tomadas, la publicación de esas imágenes es extremamente invasiva e irrespetuosa. Y, lo que puede ser aún peor, existe público para comprar esos productos.
Cam actuó como el divulgador de la noticia. Poco tiempo después del diluvio, no existían las 7 mil millones de personas que hoy viven en el mundo. Pero allí estaban dos posibles consumidores de la información. El hijo menor de Noé corrió a contarles a sus hermanos Sem y Jafet lo que había sucedido con su padre.
“Maldito sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos. Dijo más: Bendito por el Señor, mi Dios, sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet,
Y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo.” Exclamó Noé al saber lo que el propio hijo le hizo.
Hoy estamos delante del mismo caso. El dolor de cabeza de Noé se transforma, todos los días, en el dolor de otras millares de personas. Depende de nosotros elegir qué camino seguiremos. ¿Seremos como Cam, que al descubrir la intimidad de su padre esparció la noticia? ¿O seremos como Sem y Jafet, que protegieron sus ojos para no ver la vergüenza de Noé y lo encubrieron, protegiendo y respetando al hombre?
(*) Génesis 9:20-29
[related_posts limit=”3″]