“¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición.”
(Proverbios 22:29)
El solícito hace lo mejor. Él es especial. El solícito no se queja, sintiéndose víctima de la injusticia. El solícito no hace nada de cualquier manera. El solícito no trabaja solo por el salario a fin de mes. El solícito no hace solo lo que tiene ganas, sino lo que sabe que tiene que ser hecho. El solícito no tiene pereza. El solícito tiene hambre de aprender; tiene hambre de ser útil. El solícito nacido del agua y del Espíritu tiene hambre de crecer, no por ego o por ambición, sino para que su Dios sea glorificado.
Dios no hace nada de cualquier manera. Los hombres y las mujeres que Él escogió en la Biblia no hicieron nada de cualquier manera, caso contrario, no habrían vencido. No hubieran merecido tener sus historias contadas en la Palabra de Dios.
Quien es de Dios, si no trajo un espíritu excelente de fábrica, ahora tiene el Espíritu de Excelencia en su interior. Teniendo el Espíritu de Excelencia, no puede resignarse con ser uno más. El solícito en su obra será puesto delante de reyes. ¡Eso es inevitable! Incluso porque, ¿qué rey no querrá cerca de sí al mejor de los mejores? ¡Cuánto más el Rey de los reyes!
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.” (Santiago 1:5)
Busque al Dueño de toda sabiduría. Busque la sabiduría que viene de Él, esfuércese en hacer lo mejor, en aprender más, en ser el mejor. Esa actitud, en la fe de quien sabe que recibió la sabiduría de lo Alto, hará de usted el instrumento ideal para mostrar la fuerza de su Dios.
Quien sirve al Rey de los reyes tiene la obligación de hacer lo mejor de sí, siempre.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo