Hay quienes aún confunden lo que es la verdadera amistad y pueden incurrir en errores que la matan, en lugar de cultivarla
Muchos hombres no logran construir amistades y se sienten mal por eso. Nadie logra agradar a todos. Incluso, el Señor Jesús no lo hizo, tampoco lo quiso. Así como usted se identifica en mayor o menor proporción con otra persona, ellas también se identificarán o no con usted. Es necesario aceptarlo y seguir en paz, sin autoexigencias absurdas, como la de querer agradar a todos.
Un error muy común: complacer demasiado
Tal vez por carencia algunos intentan «comprar» a alguien agradándolo lo más que puede, dándole regalos o brindándole ayuda.Se vuelven pegajosos y sofocantes y el efecto es justamente lo contario de lo que pretenden: la persona se aparta y se incomoda con la atención excesiva porque la «garrapata» le absorbe las energías. La Biblia nos aconseja en Proverbios 25:17: «Detén tu pie de la casa de tu vecino, no sea que hastiado de ti te aborrezca», esto no se aplica solo a las amistades, sino a cualquier tipo de convivencia social. Por supuesto, no es para que alguien se vuelva una persona sin conexión física o psicológica con otras personas. Aislarse completamente no resuelve nada y es el extremo opuesto del mismo error.
Otro error: querer cambiar a las personas
También hay hombres que quieren que todos a su alrededor piensen, actúen y hablen como ellos. En otras palabras, ellos son los que quieren moldear a sus amigos a su imagen y semejanza. Por esta razón nacieron muchos fenómenos sociales nocivos, como las pandillas, en las que los que quieren pertenecer al grupo deben pasar por un ritual de iniciación, o incluso cometer algunos crímenes. Esta costumbre está presente en varias culturas. Los participantes de esas bandas usan el mismo lenguaje y visten el mismo estilo de ropa, de lo contrario, son expulsados o algo peor. En un escenario menos drástico, se crean grupos con personas que cuentan los mismos chistes de mal gusto y actúan de la misma manera inconsecuente en los bailes de la vida.
En realidad, el que quiere que el otro sea igual se cree que es Dios, mira a los demás de arriba abajo, los juzga y los condena. Le hago una pregunta directa: «¿Quién se cree que es para querer ver en otros una copia suya, siendo que ellos tienen sus propias almas que ocupan un cuerpo?». Es momento de tomar la famosa «dosis de conciencia», que es gratis y no tiene contraindicación. Nadie puede considerarse un hombre si no es humilde, no solo de la boca para afuera, sino con actitudes.
Lo correcto: equilibrio
Cualquier relación requiere habilidad. Algunas personas nacen con el don de interactuar bien, mientras que otras necesitan desarrollarlo y perfeccionarlo.
En lugar de poner toda la atención solo en los efectos malos de esos errores, ¿qué le parece cortar el mal por la raíz? Sí, es posible convivir sin querer cambiar al prójimo, sin permitir que la carencia tome las riendas de la situación y provoque el aislamiento voluntario o involuntario.
Para esto, es necesario el equilibrio. Esta cualidad se aplica a un hombre que confía en la dirección del Espíritu Santo. Él es el que no dejará que en la cuerda floja de la vida usted se «balancee» de un lado a otro. Él lo ayudará a seguir por el único sentido saludable: hacia adelante, rodeado de buenas amistades, aunque sean pocas.