A veces pasamos por situaciones duras y no logramos entender el motivo. Como resultado, experimentamos frustración, confusión y todo tipo de cuestionamientos, como, ‘¿qué hice para merecer esto, si hago todo bien?’
Suponga que recibió malas noticias de un médico. Si tiene fe y sabe usarla, continuará haciendo la voluntad de Dios, en obediencia y buscará al Espíritu Santo para enfrentar lo que le pasa. Finalmente, la experiencia le servirá de lección a usted y a los que conozcan su historia. En cambio, otros, frente al mismo problema, dudan y se cuestionan a sí mismos. Culpan a Dios y se sienten castigados por Él; como si el Altísimo fuese el culpable de su sufrimiento.
Muchos se refugian en el mundo y no en el Señor para intentar sufrir menos. Usan drogas, alcohol y gastan con regalos para sí mismos y compensar lo que les falta.
Se entretienen de diferentes maneras, pero cada vez están más lejos de Dios. Con esas reacciones, no dejan actuar al Espíritu Santo.
Hay diferencia entre ser probado y tentado. Dios no tienta a nadie, Él prueba. No para el Señor, sino para que entendamos de lo que nuestra fe es capaz. El diablo es el que tienta, se aprovecha de la fragilidad emocional que se tiene en determinado momento.
En la Biblia se ve que Dios se alejó de sus hijos, para inducirlos a usar la fe. Job es el caso más conocido. Aunque perdió todo, no dejó de ser fiel. Pero no siempre es así. A veces, la persona, al desobedecer, genera problemas. En otras, son solo momentos difíciles que pueden sucederle a cualquiera.
Los victoriosos se acercan a Dios, son probados y descubren que pueden obedecerlo. Es una opción consciente, no un impulso emocional. Ceder a la tentación es ofrecer su alma al diablo y los resultados son claros.