Quizás ayune, ore, vaya a la iglesia, pero aun así, ¡nada! El tiempo está pasando y usted se desanima. Incluso ya llegó a pensar que no Lo merece.
¡Yo también ya enfrenté eso! Muchos pensamientos venían a mi mente, y entonces lloraba. Pero eso no lo resolvía.
Fue cuando empecé a usar la fe racional. Le pregunté a Dios qué más podía hacer, y qué debería entregar, que aún no lo había dado.
Esa lucha duró un tiempo más, porque pensé que ya había entregado todo, por el hecho de orar, ayunar, leer la Biblia, etc.
Fue cuando aprendí que tenía que despojarme totalmente, solo que no sabía, en realidad, qué significaba despojarse. Pero no desistí; insistí, pasé a analizarme, a ver lo que me robaba tiempo y lo que dominaba mi atención.
¡Y al fin lo descubrí! Pero, aun así, no quería entregarlo, porque de solo pensarlo ya dolía.
Sin embargo, evaluando, llegué a la siguiente conclusión: “¿Qué es más importante para mí? ¿Esto o el Espíritu Santo? ¿Hace cuántos años lo hago y nada cambió en mi vida? Al contrario, está cada vez peor…”
Entonces decidí dejar todo atrás, todo lo que era “aparentemente inocente”, como la práctica de capoeira y fútbol, que eran las cosas que más amaba, ¡eran mi pasión!
Obviamente, no hay ningún problema en practicar deportes; incluso incentivamos a los jóvenes a hacerlo.
El problema estaba en el lugar, y con quiénes lo practicaba; cuáles eran mis compañías, y el espacio que esto ocupaba en mi vida.
Cuando lo descubrí, cambié todo por lo más importante: El bautismo con el Espíritu Santo. ¡Mi salvación!
No sé qué ha robado el primer lugar en su vida. En la mía era lo que ya mencioné.
Pare, piense y analice: vea qué más ha ocupado su tiempo; pida ayuda al Espíritu Santo, Él le dará la dirección.
Una cosa… Debe estar dispuesta a entregarlo; independientemente del dolor que vaya a sentir.
¡Ah! Un detalle importante más: ¡No esté ansiosa! Yo me despojé y confié, porque la ansiedad es una gran enemiga, que nos impide recibir el Espíritu Santo.
Cuando estaba totalmente entregada, sin preocupaciones y confiada, ya estaba libre, había nacido de nuevo. Después de eso, ¡¡por fin, el Espíritu Santo!! ¡Ahhh! !!Qué día glorioso!!
Desde entonces, Él es mi compañero, mi Auxiliador, quien está conmigo a cada instante, conduciéndome, inspirándome, dándome fuerzas para proseguir. Si no fuera por Él, jamás estaría aquí.
(*) Por Ruth Lima Claudino, esposa del pastor Gelson Luís, responsable de la Fuerza Joven Europa.
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