Antes de decir cualquier comentario sobre el diezmo, es importante saber en primer lugar, cuál es su significado, tanto literal como espiritualmente. Sin sus valores debidamente aclarados y desmenuzados, es imposible para el cristiano o cualquier otro ser humano comprender la importancia del diezmo en su vida y en la Obra de Dios.
Literalmente, la palabra diezmo deriva del término en hebreo “asar”, que significa diez o décima parte. Pero este término, según su raíz, quiere decir acumular, crecer, enriquecer. O sea, de acuerdo con esta raíz, cuando entregamos a Dios la décima parte de lo que recibimos mensualmente, de los lucros de un negocio o empresa, estamos siendo agradecidos por las bendiciones de Dios, recibiendo prosperidad financiera, creciendo, acumulando bienes y enriqueciéndonos.
Una de las grandes evidencias que apoyan esta verdad acerca de la prosperidad ofrecida por el hecho de devolver el diezmo, es la vehemencia con la que Dios manda al pueblo de Israel a llevar los diezmos a Su casa y, después, probarlo:
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” (Malaquías 3:10)
Dios también le promete al diezmista reprender al espíritu responsable por toda la miseria; el espíritu devorador. Él ha sido un gran villano en la vida de incontables personas en la faz de la Tierra. No hay ningún país que esté libre de él. Hasta las naciones consideradas del primer mundo no logran evitar que haya mendigos y personas que viven en la más terrible miseria, pues su área de actuación es la vida económica, en la que causa perjuicios, desempleo, deudas, quiebras, pérdida de bienes y diversos males.
“Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra…” (Malaquías 3:11)
Salvando almas
Espiritualmente, el valor del diezmo trasciende el valor literal, porque significa la salvación de almas, siendo el principal agente proveedor de las condiciones necesarias para que los hombres de Dios puedan anunciar en los cuatro rincones de la Tierra las buenas nuevas, el Evangelio de la Salvación.
Por medio de los diezmos, la iglesia puede llegar a miles de personas, a través de la radio, televisión, diarios, internet y todos los medios de comunicación disponibles. Además de eso, el diezmo es el responsable por la manutención de la Casa de Dios, donde diariamente incontables personas perturbadas, enfermas y adictas encontraron el aliento para sus pesares, la liberación de los males espirituales y la trasformación de vida.
La Iglesia ejerce una función de extremo valor para la sociedad, llevando a los perdidos y sufridos a Dios y, consecuentemente, conduciéndolos a una nueva vida, bendecida y feliz. De este modo, mantener la Iglesia abierta es una necesidad vital para todos los pueblos y naciones de la Tierra. Por eso, es feliz el hombre que comprende el valor espiritual del diezmo, pues su fidelidad está conectada a la Salvación de miles de almas.
¿Usted, ya es diezmista de la casa de Dios? Si la respuesta es sí, entonces continúe siendo fiel a Él, si la respuesta es no, acérquese a una Universal cercana a su domicilio y converse con un Pastor y sepa cómo ser uno.
(*) Fuente: libro “Diezmo: Los primeros frutos”, del obispo Edir Macedo
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