Muchas personas tienen dinero y, aun así, no son felices. Aunque sean ricas y tengan bienes materiales, no alcanzan la verdadera prosperidad. Gastan dinero en adicciones, medicamentos y hospitales e intentan, con sus recursos, solucionar problemas que siempre regresan a sus vidas. Algunas, incluso, exhiben sus riquezas, pero de ninguna manera logran ser bendecidas.
La prosperidad es mucho más que tener dinero, bienes y riquezas. Abarca el éxito en todas las áreas, porque proviene de la dirección de Dios al tomar decisiones, como por ejemplo, establecer la salud física y espiritual, buscar la felicidad en el matrimonio, la armonía y la paz de toda la familia, en el hogar, y resultados positivos en la vida económica.
Por otra parte, es necesario comprender que cualquier persona puede ganar dinero, posesiones y riquezas a través del sudor de su trabajo, de su esfuerzo y de su dedicación, pero solo es posible mantenerlos con la bendición de Dios.
En la Biblia, encontramos a hombres que fueron extremadamente ricos y que alcanzaron la prosperidad dada por Dios, como el rey Salomón, que poseía sabiduría y riquezas. El propio Dios era su fuente de prosperidad, como leemos en el pasaje de 2 Crónicas 1:12: “… sabiduría y ciencia te son dadas; y también te daré riquezas, bienes y gloria, como nunca tuvieron los reyes que han sido antes de ti, ni tendrán los que vengan después de ti”.
José también fue un hombre próspero, pues el Señor estaba con él: “Mas el Señor estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que el Señor estaba con él, y que todo lo que él hacía, el Señor lo hacía prosperar en su mano.” (Génesis 39:2-3). Abraham también prosperó: “Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro.” (Génesis 13:2).
El derecho a la prosperidad
En un video en el canal oficial de la Universal en YouTube, el obispo Edir Macedo dijo que las personas han multiplicado sus esfuerzos para conquistar autos, casas, matrimonios, entre otros beneficios que Dios ha prometido, pero que no buscan la verdadera Alianza con Él como lo hizo Job. Dijo que incluso Satanás, luego de rodear la tierra, reconoció que las bendiciones de Job venían de las manos del Altísimo y entendió que él era considerado el hombre más rico de aquel lugar. “En el primer capítulo del libro de Job, Dios le pregunta a satanás: ‘¿De dónde vienes? Respondiendo satanás al Señor, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.’ (Job 1:7). Él no es omnipresente, por eso tiene que caminar para administrar la desgracia que hace a través de sus demonios. ‘Y el Señor dijo a satanás: ¿No has considerado a Mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo satanás al Señor, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene?…’ (Job 1:8-10)”.
Al tomar este ejemplo, el obispo destacó que tanto las bendiciones materiales como las espirituales provienen de Dios y que esta es la razón de que haya, en todas las Iglesias Universal, una reunión dirigida especialmente a las personas que buscan la prosperidad descripta en Salmos 118:25: “Oh Señor, sálvanos ahora, Te ruego; Te ruego, oh Señor, que nos hagas prosperar ahora”.
¿Cuál es su intención?
Sabemos que todos los hombres prósperos que la Biblia menciona tenían una vida con Dios y características en común: eran temerosos, rectos, íntegros y fieles. Hoy en día, no es diferente. Las personas que cuentan sus testimonios de prosperidad tienen en común la Alianza en el Altar de Dios, a través de la fidelidad con Él en los diezmos y en las ofrendas.
Dios bendice cuando la persona tiene el deseo de patrocinar la Obra de Dios, como lo afirmó el obispo Macedo: “Cuando Dios bendice a una persona, no es para que ella disfrute la bendición y la guarde para sí. ¡No! Es para que esta criatura sea usada para bendecir a otras personas. Dios no bendice a la persona egoísta. La propuesta de Dios abarca la divulgación del Evangelio, la bendición, la Palabra y el no retener. Cuando Él sana, no es solo para que la vida de la persona se prolongue, sino para que sirva de testimonio para otros enfermos. Cuando Él enriquece, no es para que la persona exhiba sus riquezas, sino para que estas también se usen en favor de los pobres y oprimidos, ya sea en las evangelizaciones o en las acciones sociales”, analizó.
Por eso, amigo lector, es importante comprender que prosperar es un derecho garantizado por Dios, pero es necesario que haga una Alianza con Él y que haya en usted la intención de extender su mano al necesitado. Después de todo, el que piensa en su prójimo piensa como Dios.
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