La sociedad vive una carrera contra el reloj. El mercado laboral exige profesionales calificados y disponibles para todas las necesidades. Por otro lado, la familia necesita atención y dedicación intensas. ¿Es suficiente un día para tantas responsabilidades? Cuando la jornada llega a su fin, se hace difícil responder a los pedidos de las personas queridas. ¿Salir a comer? ¿Ir a ver una película? ¿Dónde encontrar el tiempo? Usted, con seguridad, ha deseado ya que el día tenga más de 24 horas.
Muchos profesionales no miden los esfuerzos para dedicarse a la profesión y pasan mucho tiempo en el empleo. Mientras eso sucede, los años pasan y los momentos en familia se vuelven raros. Trabajar es una necesidad. Trabajar en exceso y, como consecuencia perjudicar la vida personal, es una elección.
¿Valdrá la pena sacrificar a la familia, la salud y los intereses personales en función de una carrera? Al principio de este año, el ejecutivo Mohamed El-Erian dejó un cargo importante en la compañía internacional de inversiones, Pimco, por un motivo noble. En un reportaje publicado en el sitio web Worth, contó que fue sorprendido por una lista que hizo su hija de 10 años, en la cual describía 22 hechos destacados que pasó y en los que él no había estado presente por falta de tiempo. Entre los puntos descriptos estaban: el primer día de clase, el primer partido de fútbol, y recitales.
El ejecutivo contó que siempre había una excusa para cada ocasión. Al leer la carta, se dio cuenta de que no estaba viviendo momentos importantes al lado de su hija. “Fue una señal de alerta. Es uno de los principales motivos por los cuales yo decidí hacer un enorme cambio en mi vida profesional”, afirmó. Después de dejar su cargo en Pimco, El-Erian comenzó a trabajar part-time y logró dedicarle más tiempo a la familia.
¿Cuántos padres pasan por situaciones semejantes? Incluso, ¿cuántos maridos y mujeres se dedican mucho al trabajo y se olvidan de cultivar la convivencia en casa?
El autónomo Rogério Rodrigues Belo, de 40 años, se dio cuenta de que su ausencia estaba perjudicando la armonía del hogar. Antes de que fuera demasiado tarde, decidió cambiar. “Yo priorizaba el trabajo y dejaba a mi esposa en último lugar. Trabajaba más de 10 horas por día, llegaba tarde, cansado, queriendo dormir. No conversaba, no le daba la atención necesaria. Me di cuenta de que todo se estaba echando a perder.”
Su esposa, Adriana Cristina Belo, de 38 años, preparaba la cena todas las noches, pero Rogério no se sentaba en la mesa. Dejaba el trabajo muy tarde y comía afuera o en la casa de parientes. “A raíz de su falta de tiempo, decidí trabajar afuera para no notar tanto su ausencia. Yo no me sentía valorada. Llega un momento en el que se cree que todo es en vano”, dijo ella.
Los dos comenzaron a distanciarse. Adriana cuenta que cada uno vivía para sí mismo, sin importarle el otro. “En la familia no había administración económica. Yo no sabía cuánto ganaba él, él decía que el dinero era de él, y que podía hacer con él lo que quisiera. Eso también contribuyó para que yo busque un empleo, ya que necesitaba tener dinero para sobrevivir”, declara.
La unión estaba llegando al fin. Rogério recuerda que fue necesario sentarse y conversar mucho. Poco a poco la situación cambió. “Lo que puedo decirle a las personas es que no dejen que el tiempo absorba su relación. El trabajo termina, pero la familia no. El equilibrio proviene del matrimonio. Si la pareja y la familia están bien, todas las demás estructuras estarán bien también.” Hoy, después de 8 años de unión, Adriana ayuda a Rogério en el trabajo. Ellos lograron pasar tiempo juntos y salen a comer afuera al menos una vez por semana.
Posibilidades
“¿Cuántas veces el padre llega a su casa exhausto y, cuando el hijo se acerca, lo empuja a hacer alguna actividad? Ese padre no quiere un ‘problema’ en ese momento, pero está evitando un disgusto en el futuro. Si el padre está ausente, el hijo suplirá esa carencia de alguna forma. Va a buscar suplirla en los amigos, en adicciones, en las drogas”, alerta el obispo Emerson Carlos de Oliveira, casado hace más de 20 años y padre de Emerson de Oliveira Júnior, de 16 años.
Él cuenta que la relación con su hijo fue construida a lo largo de los años, con mucha dedicación. “Cuando él era niño, quería jugar, cuando yo llegaba cansado del trabajo. Mi cuerpo quería dormir, pero yo sacrificaba ese tiempo, jugaba, conversaba con él. Conquisté su confianza, hoy yo soy su mejor amigo”, explica.
Emerson destaca la importancia de saber organizar bien el día. “Aún llegando exhausto, ese padre necesita invertir en su hijo. Debe conversar, aclarar dudas, estar presente. Nosotros no podemos dejar que el tiempo administre nuestras vidas. Nosotros tenemos que administrarlo”, aconseja.
En Argentina, en las últimas décadas, cambió la cantidad de juguetes y dispositivos que puede acumular cada niño. En el país hoy se fabrican ocho millones de kilos de juguetes por año, según la Cámara de la Industria del Juguete. Y éstos son sólo el 35% del mercado, ya que el resto viene del exterior.
La fantasía que instaló este nuevo paradigma del mercado, según Duek, es que el chico ya no necesita de otro para jugar. “Uno escucha a las madres decir: «Tiene el cuarto lleno de juguetes, pero no juega con nada». Los adultos creímos que los juegos reemplazaban a los adultos. Pero fue una ficción de reemplazo. Porque no es el juguete lo que hace jugar a un niño, sino el vínculo que establece a través del juego con otro, sea un par o un mayor. En realidad, fuimos los adultos los que dejamos de jugar”, apunta.
Sin embargo, el tiempo que invertimos en la familia sigue disminuyendo y tal parece que como lo afirma la Coordinadora del Sureste de la organización National Latina Health Network, Mari Quiala, en la mayoría de los casos, los padres culpan al trabajo de su falta de interés, ya que estos no pueden renunciar, ni aumentar horas al día o dormir menos, por lo que se requiere de un fuerte compromiso con los hijos cuando estamos en su presencia.
Por la investigación ya es posible tener una idea de que no es fácil ni simple renunciar a una carrera para dedicarse a la familia en tiempo completo. Y aunque lo fuera, no es la solución ideal para equilibrar la rutina diaria de una manera saludable y satisfactoria.
Tener equilibrio
No sirve estar 100% realizado en el trabajo, si la vida en casa está llena de problemas. ¿Usted ya se detuvo a pensar cómo está compuesta una rutina plena y feliz? Está compuesta con equilibrio y estabilidad y no estamos hablando solo de condiciones económicas. Después de todo, no sirve tener dinero en el bolsillo y una salud debilitada. “Una vida saludable, abundante y feliz está compuesta por el éxito de varias partes: salud física y mental, necesidades materiales suplidas, buenas relaciones, sentido de realización y paz de espíritu – fruto de una relación con Dios”, explica Renato Cardoso en su blog www.renatocardoso.com. Eso significa que no es adecuado ni saludable darle una atención exclusiva solo a un área de la vida. Si usted se dedica intensamente al trabajo, al punto de desconsiderar la importancia de la familia, fácilmente enfrentará un desequilibrio.
No haga del tiempo su enemigo N° 1. Él debe ser su aliado. Después que pasa, no vuelve más. Entonces, reconozca la necesidad de organizarse para que todos los minutos del día sean bien aprovechados. Esperar a jubilarse para darse cuenta de que los años pasaron muy rápido no es la opción más inteligente. No deje que la vida pase para comprender que podría haber trabajado menos, podría haber vivido más momentos cerca de su familia, que podría haber cuidado su salud, y aprovechado más la vida. Su tiempo es ahora.
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