Usted está convencido de que aquel deseo se realizará. Planeó levantarse temprano, se puso ropa discreta y elegante que compró con un cierto sacrificio, estudió las características de la empresa en la cual será entrevistado y tiene plena certeza de que conseguirá esa vacante tan anhelada. Y al salir de casa, recibe las buenas energías de los familiares, los deseos de éxito, y su sonrisa de optimismo y esperanza en el reflejo del espejo es la última imagen que deja antes de cerrar la puerta.
Pero, como en la vida las cosas no son generalmente como prevé el manual de supervivencia, que viene junto con nosotros al nacer, en la mitad del camino, se encuentra solo con una persona, capaz de hacer que su sueño se convierta en su peor pesadilla.
Llega como quien no quiere nada, pregunta cómo y por dónde ha estado, le dice que está bien vestido y así la conversación se va formando hasta el fatídico momento en que lanza una frase que lo deja lo suficientemente en duda sobre la conquista de ese empleo.
En muchos casos, no se trata de envidia o avaricia debido a no tener la misma capacidad para aquella vacante, sino un simple comentario inocente, que lo deja suficientemente preocupado como para hacer que su creencia en el deseo alcanzado vacile por completo.
Y entonces no hay otra salida.
Sin querer usted recibió un baño de agua fría en aquel hervor, hasta transformarse en una enorme nube de vapor. Por eso sigue lleno de incertidumbres, con la cabeza a mil y una angustia que puede ser interpretada como un “mal presentimiento” que la entrevista no será tan buena como lo esperaba.
Entonces, en la empresa la mala sospecha se concreta, y usted sale de allí con la impresión de que no es capaz, de que no logrará un empleo decente y de que existen otros con mejores habilidades que las suyas.
Es como el agricultor que insiste en sembrar semillas diferentes en el mismo surco de tierra. Él coloca dos tipos distintos y espera que nazca el fruto deseado. No va a salir, porque los dos granos no son de la misma especie, y por eso uno u otro, ciertamente, se degenerará.
Y en este caso, usted puede elegir lo que sembrará, porque su cosecha dependerá exclusivamente de la semilla que depositó en la tierra fértil. Somos tierras fértiles que producimos frutos buenos o malos, dependiendo de lo que lanzamos o dejamos que nos lancen.
¿Qué es lo que usted ha sembrado en la tierra fértil que se llama corazón? ¿Y qué ha hecho para que las buenas palabras que caen dentro suyo estén protegidas y así den resultados?
“No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña.”Deuteronomio 22:9
[related_posts limit=”6″]