Melisa Ott desbordaba su felicidad y contagiaba a todos en el programa, donde trabajaba como productora, en una emisora de televisión en el estado de Virginia, en Estados Unidos. Aquel día, ella recibió su vestido de casamiento, que sería dentro de unos días, y, muy contentos con la situación, las compañeras de trabajo organizaron una celebración para los novios, en la emisora.
El novio, Adam Ward, también trabajaba en el mismo lugar como camarógrafo, y, junto con Melisa, habían decidido que, después del casamiento, se mudarían a otra ciudad, para construir su familia.
Los globos y la torta alegraban el lugar, esperando que Adam regrese, ya que había salido para un reportaje. Pero nunca volvió. Mientras que Melisa asistía a su novio en el programa en vivo, fue asesinado, delante de miles de espectadores. El motivo: venganza.
Barril de pólvora
Los sueños de Melisa y Adam fueron destruidos en segundos, así como los de Alison Parker, la reportera que acompañaba a Adam en la entrevista y que también fue asesinada. El culpable, el reportero Vester Lee Flanagan, que usaba en las redes el nombre de Bryce Williams, filmó el crimen y lo divulgó en las redes sociales, para que el mundo entero sepa lo que sucedió.
A otra emisora de televisión, él le envió un fax, de 23 páginas, justificando el hecho. De acuerdo con Flanagan, él cometió el crimen porque cuando trabajaba con las víctimas sufrió discriminación racial y, acoso sexual y moral, por ser negro y homosexual asumido.
“Fui un barril de pólvora humano por mucho tiempo…solo esperando para explotar”- declaró él en su mensaje.
Los compañeros de trabajo recuerdan a Flanagan como alguien desequilibrado, que tenía una larga serie de quejas contra todos, prácticamente desde el momento en que comenzó a trabajar en el canal. Todas sus quejas fueron consideradas infundadas, según los compañeros.
Después del homicidio, Flanagan chocó su vehículo y se disparó, y falleció en el hospital horas después. El barril de pólvora explotó, destruyendo a otros y a sí mismo.
Venganza y perdón
Teniendo Flanagan razón o no en sus quejas, él se dejo destruir por la propia venganza. Desde el momento que lo echaron del canal- escoltado por la policía después de un escándalo- hasta el momento del crimen, estuvo dos años alimentando el deseo de terminar con la vida de sus ex compañeros de trabajo. Tantos sentimientos malos lo llevaron hasta quitarse la vida.
“Cuando perdonamos, permitimos el nuevo nacimiento, pero, cuando guardamos resentimiento, le dejamos el lugar a los demonios y le impedimos a Dios que actúe”, afirma el obispo Julio Freitas.
Para la escritora y conferencista Cristiane Cardoso, perdonar exige esfuerzo y debe ser un acto consciente de todo cristiano. “Solamente palabras, no van a producir el resultado”, explica ella. “Por eso, cuando usted se niega a pensar en el abuso, a irritarse, llorar, gritar, crujir los dientes al recordar a aquella persona, en ese momento sí está tomando la actitud que salvará su vida.”
Si así hubiese actuado, Flanagan habría salvado no solo su vida, sino que tampoco hubiese matado a sus dos ex compañeros de trabajo.
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