A veces, las palabras pueden causar problemas, porque no sabe elegir las adecuadas. Después de eso, lo que nos resta es convivir con las consecuencias que causan nuestra boca. El Señor Jesús nos advirtió en la Biblia: “No dejes que tu boca te haga pecar…”, (Eclesiastés 5:6). En otras palabras, Él dejó escrito que podemos ser condenados simplemente por lo que decimos.
El obispo Macedo explicó en su blog que las palabras contribuyen para bien o para mal.
La tendencia de nuestra lengua puede llegar a perjudicarnos gravemente: “La lengua siempre va a trabajar. Pero, la mayoría de las veces es para mal como está escrito en Santiago 3:5 ‘Así también, la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!’. Con ella bendecimos al Señor y Padre; también maldecimos a los hombres, hechos a semejanza de Dios. De una sola boca procede bendición y maldición. En la iglesia no es distinto, incluso entre los que supuestamente son espirituales. Oran, rezan, pero critican a los demás. Usan la lengua, tanto para el bien como para el mal, intentan servir a Dios, pero sirven al diablo.
Los de la fe sin sentimientos no juzgan según la apariencia. No le prestan atención a lo visible, no son receptivos a las cosas que vienen de este mundo. No se preocupan por las opiniones ajenas”.
Si sus palabras le hicieron perder mucho en su vida, evalúe cómo se expresa y cómo lo hace. Otro ejercicio es hacer lo posible por oír más de lo que habla. Y en los momentos de enojo, evite discutir o exponer su opinión, pues el desequilibrio emocional solo traerá más sufrimiento.
Cuide sus palabras
-Piense antes de hablar, tenga en cuenta que no todos quieren oír su opinión.
-Escuche más de lo que habla, no olvide que tenemos dos oídos y una boca.
-Sea ejemplo, si quiere enseñar, primero aprenda.