El primero:
Una vez que usted sea bautizado con el Espíritu Santo, no habrá desierto, ni nada ni nadie, ni bajo ni sobre la Tierra,
que pueda destruirlo.
Porque si alguien se levanta contra usted que tiene el Espíritu Santo, se estará levantando contra el propio Dios.
El segundo:
Las personas bautizadas con el Espíritu Santo, aun pasando por las peores situaciones, no se entristecen, sino que se sienten gozosas de haber sido tenidas por dignas de padecer
afrenta por causa del Su Nombre.
Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesan de enseñar y predicar a Jesucristo.
Porque una vez que la persona sabe que no hay nada en el mundo que la pueda destruir, es imposible que no quiera compartir el Pan de Vida que hay en ella con los demás.
Por eso el Espíritu Santo es lo más valioso y lo más importante que se puede tener.