A la medianoche del 29 de octubre, comenzó la Vigilia del Espíritu Santo. De rodillas en el Altar, el obispo Djalma Bezerra clamó por la multitud presente en el Templo de la Fe y determinó que nadie saldría de la misma manera.
“¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en Su Lugar Santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.”, (Salmos 24:3-4).
“Vamos a comenzar esta Vigilia con la purificación”, invitó el obispo, para que se acercaran al Altar todos aquellos que de alguna forma estaban practicando lo contrario a estas palabras.
Enseñó que el limpio de manos es la persona íntegra, correcta delante de los hombres y principalmente delante de Dios. La de corazón puro es la que no tiene malicia. La que no ha elevado su alma a cosas vanas, es la que no vive en búsqueda del reconocimiento humano, sino del de Dios.
“¿Cuál es la decisión que usted puede tomar ahora delante del Altar? Puede tener certeza de que cuando hay decisión, hay purificación”, afirmó.
Hubo un fuerte clamor por estas personas, para que fuesen liberadas a partir de sus decisiones tomadas delante del Altar.
Después de la purificación, el obispo llamó a que se aproximaran al Altar todos los que confesaran estar como el profeta viejo. Que es aquel que permitió que su fe envejeciese al mirar la vida de los demás. Y advirtió la importancia de guardar la fe, pues es a través de ella que nos mantenemos salvos.
Inmediatamente después oró por todos los que querían colocarse a disposición de Dios, y enseñó el secreto de aquellos que quieren tener la honra del Padre: “Si alguno Me sirve, sígame; y donde Yo estuviere, allí también estará Mi servidor. Si alguno Me sirviere, Mi Padre le honrará.”, (Juan 12:26).
“Cuando estábamos perdidos el Señor Jesús estaba con nosotros, y un servidor Suyo se nos acercó para que pudiésemos ser salvos”, dijo.
El Espíritu Santo es derramado en la vida de los pocos que dicen: “Señor Jesús, quiero compartir Sus lágrimas, Su dolor, al ver tantos sin la Salvación”, pues la gran mayoría quiere compartir solo los momentos felices. Pero sobre estos pocos el Espíritu Santo es derramado.
A continuación comenzó uno de los momentos más significativos de la vigilia, la búsqueda del Espíritu Santo, donde muchos fueron sellados y se colocaron a Su disposición.
De hecho, ninguno de los que estuvieron presentes salió de la misma manera.
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