Los actos violentos contra menores, entre ellos la negligencia, pueden generar secuelas para toda la vida, revela una psicoanalista
Recientemente, en Brasil, los titulares mostraron el caso de la procuradora de Justicia retirada Vera Lúcia de Sant’anna Gomes, acusada de agredir a una niña de 2 años adoptada por ella. El Ministerio Público fluminense la denunció por el crimen de tortura calificada. Con el shock que la noticia causó, muchos se preguntan qué es lo que lleva a un adulto a maltratar, torturar y hasta violentar a un niño, que, infelizmente, no es una realidad tan distante de todos. Día tras día aparecen denuncias de padres y familiares que maltratan a menores, niñeras golpeando bebés y violencia sexual contra niños y niñas – a veces cometida por conocidos de la familia.
Pero, según la médica y psicoanalista Soraya Hissa de Carvalho, de Belo Horizonte (MG), el caso de Vera Lúcia de Sant’anna Gomes es, infelizmente, una excepción, ya que la mayoría de los casos de maltrato a los niños queda encubierta y los criminales continúan impunes. “Agresiones graves llegan a los hospitales camufladas en forma de accidentes domésticos, caídas o versiones fantasiosas inventadas por los propios padres para ocultar palizas y malos tratos hacia los hijos”, revela.
Pero, ¿qué es, exactamente, lo que caracteriza a la violencia? El concepto es muy amplio, y Soraya aclara. “Es todo comportamiento que causa daño a otro ser vivo, sea física, psicológica o moralmente. Contra los niños la violencia puede ser física, psicológica, sexual y por negligencia, que consiste en la omisión de los padres o responsables, cuando dejan de satisfacer las necesidades básicas para el desarrollo físico, emocional y social del niño y del adolescente.”
Consecuencias a largo plazo
Según dice la médica, los daños de la violencia acompañan al individuo toda la vida si no tuviera el debido acompañamiento médico. “Las marcas dejadas en el cuerpo pueden ser curadas rápidamente, pero las psicológicas pueden dejar secuelas para toda la vida”. La psicoanalista informa que algunas de esas consecuencias, presentadas por la mayoría de las víctimas son: desordenes mentales y estrés postraumático, que causan volver a vivir el trauma, hiperactividad, hiperagresividad y disturbios del sueño. En casos agudos, están presentes sentimientos de infelicidad y pánico, regresiones a las fases anteriores al desarrollo del ego, así como un comportamiento autodestructivo y depresivo.
Otro dato infelizmente real, siempre detectado por especialistas, es corroborado por la psicoanalista de Minas Gerais: los individuos que fueron víctimas de violencia en la infancia pueden volverse adultos propensos a cometer las mismas crueldades sufridas por ellos. El agredido de ayer tiene grandes probabilidades de ser el agresor de mañana. No obstante, Soraya concluye: “No hay disculpas ni justificación para quien agrede a un niño.”