Liliana Rodríguez tuvo una vida muy difícil, ella reconoce que sus problemas comenzaron en su infancia. “Pasábamos mucha miseria, mi padre se quedaba sin trabajo y las necesidades se profundizaban. Él se enfermó del corazón y murió. Me dediqué a trabajar para ayudar a mi casa, fue difícil lo que vivimos. A los 16 años inicié una relación y a los 20 años me casé, tuve a mi hija y comenzaron los maltratos. Él era muy violento, no demostraba ser así cuando estábamos de novios”, relata y agrega “recuerdo que me amenazaba con un arma, me golpeaba estando embarazada y también golpeaba a mis hijos, a uno llegó a atarlo con cadenas. Cuando mi hija tuvo diez años, él abusó de ella, yo me enteré tiempo después. En ese momento me fui de mi casa con mis hijos después de haber hecho la denuncia. Yo no me imaginaba que estaba sucediendo eso, solo pensaba en la infidelidad, él salía con una vecina que era amiga mía. Mi mundo se destruyó.
Al tiempo conocí a un hombre, él era alcohólico y cocainómano, al tiempo de vivir juntos, él me echó de la casa”.
Ella también estaba enferma, vivía nerviosa, con dolores de cabeza e insomnio. Sumado a estos trastornos, la hipertensión arterial, la isquemia y el hipertiroidismo hacían estragos en su salud. “Llegué a pesar 45 kilos porque pasaba una mala situación económica. Muchas veces intenté tirarme en las vías del tren, pero pensaba en mis hijos y desistía de hacerlo”, cuenta.
Desde que Liliana comenzó a participar de las reuniones en la Universal su interior se fortaleció, entonces usó su fe en los propósitos y en la Hoguera Santa para ser libre de las enfermedades y de todo el peso del sufrimiento que cargaba. “Logré perdonar, aprendí a confiar en Dios y mi salud ahora es excelente, ya no sufro con anorexia ni con hipertiroidismo y tampoco tengo problemas de presión. Dios me fortaleció y me bendijo en mi vida económica y en el ámbito familiar”, asegura sonriendo.
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