Juan asistía cada semana a la Iglesia Universal, hasta que un día se alejó del lugar donde crecía espiritualmente. Él así lo recuerda: “Decidí no ir más, me aparté, no les di más importancia a las reuniones, pero desde ese momento viví un infierno”.
“Empecé a engañar a mi esposa, me fui de mi casa y, por aproximadamente un año, estuve lejos de mi familia. En ese tiempo, viví en un barrio carenciado y conocí gente que me llevó a la adicción de las drogas y el consumo de alcohol”, detalla.
Eso afectó de manera negativa todas las áreas de su vida. Juan señala: “En mi trabajo solo pensaba en qué iba a hacer cuando terminara la semana. Hasta robaba bebidas de allí para tomar con mis amigos. Por otro lado, a mi hijo ya no lo iba a ver los domingos debido a que no estaba en condiciones a causa de la adicción. Sentía que había caído en el fondo de un pozo”.
En su angustia, pensó en recuperar a su familia. “Decidí regresar a mi casa, hablé con mi esposa y le pedí que me diera una oportunidad. Sin embargo, seguía viviendo un infierno en mi hogar. Discutíamos, peleábamos y volví a traicionarla”, relata.
Hasta que un día, su esposa decidió volver a la iglesia. “Me invitó y fui con ella, no quería seguir siendo el mismo”, recuerda y agrega: “El Espíritu Santo me tocó tanto que Le agradecí que me haya cuidado durante esos seis años que estuve apartado, porque si no me habría muerto. Le dije a Dios: ‘Mi vida es toda para Vos’ y empezó la transformación”.
El cambio afectó a su entorno para bien. “Mi hijo, que tomó pastillas por mucho tiempo, ya no necesita más medicación, mi matrimonio está restaurado, en nuestra relación hay palabras de amor. Desde entonces, decidí que nunca más iba a estar lejos de la presencia de Dios”.
Por último, Juan deja un mensaje destinado a quienes, al igual que él, se alejaron de la fe y hoy necesitan regresar para recuperar lo perdido: “Los animo a que vuelvan. Su vida también puede cambiar”.
¿Tu historia es similar a la de Juan? Entonces, este mensaje es para vos:
No importa lo que hayas hecho o cuánto te hayas alejado de la fe. ¡Es hora de regresar al único lugar donde se encuentra la paz!
¡Dios te está esperando con los brazos abiertos, listo para recibirte tal como sos!