Cuando encontró a Dios, su hermano lo había amenazado de muerte. Engañador y mentiroso, deambulaba por el desierto sin dirección, sin familia, bienes o dignidad. Un cero a la izquierda. Un muerto vivo. Pero, aun así, Dios vio su fe y la manifestación de Su poder en su vida fue sorprendente.
Años más tarde, ahora con la bendición de Dios, una gran familia, hijos e hijas, riquezas y con el perdón de su hermano, Dios le hizo a Jacob un pedido inusitado.
Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un Altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.
Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos.
Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. Génesis 35:1-3
¿Por qué volver al lugar en el que Dios le había respondido en el día de la angustia? ¿No podría haber levantado un Altar allí mismo? ¿No podía Dios estar con él en todos los lugares? Sin embargo, había un propósito para todo eso. Dios quería que Jacob se acordara de dónde había venido y de cómo estaba su vida antes de haber tenido un encuentro con Él.
¿Qué hubiera sido de la vida de Jacob? ¿Quién hubiera dado algo por él? ¿Quién le hubiera extendido la mano a un tramposo? ¿Quién le hubiera dado una oportunidad a un engañador?
Dios, en Su infinita misericordia, alcanzó a Jacob y bendijo su vida al punto de que, hasta hoy, sea conocido como el Dios de Jacob.
Hoy vemos a muchas personas que eran como Jacob, deambulando por el desierto, y que fueron rescatadas por Dios. Personas que fueron liberadas de los vicios, curadas, prosperadas, tuvieron a sus familias restauradas. Pero, con el transcurso del tiempo, esas personas se olvidaron de la vida miserable que vivían y del lugar que las acogió cuando más necesitaban ayuda.
La Iglesia Universal es Betel. Es el lugar donde los “Jacobs de la vida” siempre fueron y serán acogidos y comprendidos. Lugar donde tienen un Altar, y quien sacrifica en él recibe la vida de Dios.
Vemos a algunas personas con el corazón lleno de ingratitud dejando la Universal, abandonando la fe y dándole la espalda a Dios. En el momento en el que Dios les pidió que volvieran a Be-tel y Le levantaran un Altar, pensaron que no era necesario sacrificar como antes, pues ya estaban “felices” con sus conquistas en la vida. Pero se olvidaron de dónde salieron y de que la vida con Dios es de Altar en Altar, de sacrificio en sacrificio, de fe en fe.
A esas personas, el Dios de Jacob les dejó un recado:
“Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” Lucas 12:20-21
Colaboró: Obispo Miguel Peres