La debilidad de la señora Romina era su hijo, debido a su salud.
Su embarazo y su parto fueron complicados.
Una noche, como cualquier otra, su bebé, al cumplir un mes y medio, tuvo una apnea de sueño, lo que lo llevó a ponerse morado y a que sus ojos se dieran vuelta. “Lo llevé de urgencia al hospital y la médica me llegó a decir que, si no me hubiese dado cuenta y no hubiese reaccionado, él habría muerto”, aclara.
A los seis meses tuvo su primera convulsión y los medicamentos que le recetaron no evitarían que eso se repitiera. A los ocho meses tuvo dos convulsiones el mismo día, y con cada una, su cerebro se deterioraba.
Además, siempre tenía problemas respiratorios. “Lo llevaba constantemente al hospital porque siempre algo le pasaba…”, cuenta.
Mire a continuación la historia completa de la señora Romina y entérese cómo pudo resolver todos sus problemas:
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