El obispo explicó que muchas personas están sufriendo porque alimentan dentro de sí un sentimiento de rencor en contra de alguien. Sin embargo, se trata de un sufrimiento que ni Dios puede amenizar, ya que nadie puede hacer con que esta persona sea libre, mientras ella no decida perdonar a quien le ofendió.
“Cuando tenemos un rencor, el cielo queda literalmente cerrado a nuestras oraciones, lo que impide que Dios nos escuche y conteste. Cuando la persona guarda un sentimiento así dentro de sí, ella se asocia con el mal, porque el perdón es de Dios”, enseñó.
También resaltó que los maleficios causados por este sentimiento reflejan tanto en el alma como en el cuerpo de quien lo carga. “Si le preguntas a su médico, la correlación existente entre el rencor y la sanación, él te dirá que el rencor obstaculiza la sanación, porque esto ya está comprobado científicamente. Cuando se guarda rencor, esto es como un cáncer que va creciendo e impide que usted llegue hasta el Trono de Dios.
Citando al versículo 12 del capítulo 6 de Mateo que dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como nosotros también perdonamos a nuestros deudores”, el obispo completó: “Muchos repiten estas mismas palabras, sin embargo, no perdonan, engañándose a sí mismos, ya que oran para ser perdonados. Su deuda delante de Dios es impagable, pero cuando la persona pide el perdón, Él perdona. Ella sólo no obtendrá el perdón, si no perdona a aquella persona que le ofendió.”
Antes de orar por los presentes y buscar la plenitud de la presencia de Dios, el obispo enfatizó que la fe que agrada a Dios tiene que ser pura, aliada a una conciencia limpia. “El perdón es tan importante que Jesús dijo que no debemos perdonar apenas 7 veces, pero sí 70 veces 7, es decir, el perdón tiene que ser infinito. Cuanto más usted da, más va a recibir,siendo que lo difícil no es recibir, pero sí, dar, pues no hay salvación sin el perdón”, finalizó.