“Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la Ley y al Testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Isaías 8:19-20)
Puede ser el mayor sabio de este mundo, pero quien vive en el pecado, está muerto espiritualmente. Esto es lo que dice la Palabra de Dios. Los vivos son quienes oyen y practican la Palabra de Dios. ¿De quién oirán el consejo los vivos? ¿De la Palabra de su Dios o de los muertos de este mundo?
Dios, en el texto Bíblico de hoy, es muy claro: si no buscan la respuesta en la Palabra de Dios y en su fe (¡a la Ley y al Testimonio!) no alcanzarán ni siquiera la salvación del alma. Porque no le prestaron atención a lo más precioso que tenían.
Lo más precioso es el Espíritu de la Palabra.
A favor de los vivos, se consulta al Dios Vivo. No significa que no podamos convivir con los incrédulos y trabajar con ellos. Sin embargo, entre el consejo de un “sabio” de este mundo y el consejo que viene del trono del Dios Vivo, no tenga dudas. Vaya en su fe y no se preocupe por lo que los demás piensan o dejan de pensar, por lo que dicen o dejan de decir.
No importa la opinión del mundo al respecto de nada. Los que son de la fe no se dejan pautar por la opinión de los “especialistas”, ni por la opinión de los medios de comunicación, ni por el sentido común. Buscan ser diferentes, pensar fuera de los moldes de este mundo.
A favor de los vivos, se consulta al Dios Vivo. Solo así es posible vivir por la fe.
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Entre la Palabra de Dios y los consejos de este mundo, no lo piense dos veces: ¡a la Ley y al Testimonio!
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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