Se cree que el libro bíblico de Proverbios fue escrito entre el 950 a.C. y el 400 a.C. Ya desde esa época, frases como la siguiente eran enseñadas: “El que anda en chismes revela secretos, pero el de espíritu leal oculta las cosas.” (Proverbios 11:13).
Chismorreo, chisme o rumor. No importa el nombre con el que se lo llame, este es un hábito que millones de seres humanos repiten todos los días y, por lo visto, hacen esto hace millones de años.
El biólogo Klaus Zuberbühler, de la Universidad de St. Andrews (Reino Unido), cree que el hombre comenzó a intercambiar información personal hace aproximadamente 1 millón de años, cuando dejó África en búsqueda de nuevos territorios.
Según él, el nuevo ambiente, con diferentes condiciones de la selva cerrada en la que vivía, exigía que los seres humanos se unieran más y compartan impresiones y conocimientos. “Aumentó la necesidad de trabajar juntos para poder cazar con éxito. Eso forjó un alto grado de trabajo en equipo, y el hecho de compartir información personal”, explicó él en una entrevista a la BBC.
La necesidad de trabajar en grupo exigía que un ser humano cautivara a otro para que formara parte de su equipo. Esa carencia habría incentivado el diálogo sobre hechos que no eran tan serios como los relacionados a la alimentación, sino a historias más atractivas. A partir de entonces, habría surgido el chisme.
“La boca del necio es su ruina…”
Con el pasar del tiempo, el hábito de intercambiar información se distorsionó. Ya en la época en la que el libro de Proverbios fue escrito, se sabía que personas imprudentes propagaban chismes con la intención de perjudicar a otros. Hoy en día no es muy diferente.
“Chismorrear es hablar de otras personas sin pleno conocimiento de las mismas y de los hechos, es fisgonear la vida ajena; es sacar ventaja de la confianza depositada por alguien que cuenta algo personal en búsqueda de ayuda, etc.”, explica Núbia Siqueira en su blog. Ella destaca que historias que mezclan hechos y fantasías (a menudo maliciosas) son comunes, pero son malas tanto como para la persona que es víctima del chisme como para quien los propaga.
“Algunos, con el supuesto argumento de proporcionar un valioso servicio, transmiten todo lo que oyen. Son historias contadas como conviene y, a veces, condimentada con malicia. Difícilmente ‘quien cuenta un cuento no aumenta un punto’”, afirma.
Sin embargo, la Biblia es muy clara al mostrar que “La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su alma.” (Proverbios 18:7)
Núbia afirma que “existe una línea tenue que separa lo que es un chisme de una información”, y recomienda: “Para que usted nunca sea visto como alguien cuya boca espume veneno, solo hable hechos concretos, que usted mismo presenció, de los cuales conozca verdaderamente el contexto.”
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