“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo…” (Efesios 2:5)
Desde el punto de vista espiritual, todos los humanos vivos para disfrutar el pecado están muertos para Dios (Efesios 2:1-4); y todos los humanos muertos para el pecado están vivos para disfrutar de la presencia del Espíritu de Dios, según el texto: “… y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús…” (Efesios 2:6)
Quien está vivo para disfrutar de este mundo está muerto para disfrutar del venidero; y quien está muerto para disfrutar de este mundo ya resucitó para disfrutar la eternidad junto al Señor Jesús. Una cosa es verdad: Nadie puede estar vivo y muerto al mismo tiempo.
O se está vivo para Dios y muerto para este mundo, o se está muerto para Dios y vivo para este mundo. Conciliar la fe viviendo en el Reino de la Luz (justicia) con el reino de las tinieblas (injusticia) es imposible. Tanto como es imposible beber y silbar al mismo tiempo.
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Solo quien acepta morir para este mundo es capaz de vivir en el Reino de la Luz.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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