El Señor Jesús habla de la necesidad de orar siempre y nunca desfallecer. Él relata la parábola de un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había también en aquella misma ciudad una viuda que iba a hablar con él para que le hiciera justicia contra su adversario. Y, durante un tiempo, él no quiso atenderla. Pero, después, termina diciendo: «Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia» (Lucas 18:4-5). Y el Señor Jesús dijo: «Escuchad lo que dijo el juez injusto».
Al final de esta parábola, Él hace la comparación con Dios: «¿Y no hará Dios justicia a Sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?» (Lucas 18:7). Esto quiere decir: para las personas que están orando y ayunando, parece que Dios está demorando, que no está oyendo y que Se olvidó de ellas. Pero Él dice en el siguiente versículo: «Os digo que pronto les hará justicia…». Es decir, Dios hace justicia pronto, cuando hay un clamor insistente y perseverante.
Eso quiere decir que, si usted quiere recibir el Espíritu Santo, tiene que insistir y perseverar. Jesús habló del deber de orar siempre, sin desfallecer nunca ni vacilar. Entonces, entre a la iglesia, quédese delante del Altar, ore, pida, insista y clame. E, incluso cuando no esté en la iglesia, sumerja su mente, su inteligencia y su razonamiento en la Palabra de Dios. ¿Dios no les hará justicia a Sus escogidos?